Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
1. La Pascua. Próximas ya las solemnes fiestas de la Pascua, es bueno echar una mirada a la situación en que nos encontramos al finalizar la cuaresma. Podemos distinguir, además de los católicos tesoneros y cumplidores, a los católicos despistados y los desorientados. El desorientado perdió el destino, y ya no sabe hacia dónde se dirige. Oyó cantar el gallo y no supo por dónde. Está preparando sus “vacaciones” de semana santa. El despistado es el que perdió la pista pero, con un correctivo a tiempo, logra recobrarla. Magullado, pero llega. Revisar el recorrido cuaresmal nos ayuda a evitar la vergüenza de quedar, como el pueblo de Israel, tendido en el desierto.
2. La Ceniza. El haber recibido el signo penitencial de la Ceniza fue como la inscripción, para iniciar la caminata hacia el monte de la Pascua, la Semana Mayor. “Conviértete y cree en el Evangelio”, nos dijo la santa Iglesia, porque “polvo eres y al polvo volverás”. Convertirse es limpiar el corazón en la Sangre de Cristo.
3. El Tentador. En el domingo primero apareció Jesús, lleno del Espíritu santo y conducido por él al desierto, para ser tentado por Satanás. La oferta es tentadora para todo aspirante a redentor de corte populista: Convertir las piedras en pan; tirarse del alero del templo para que los ángeles lo reciban sin tropiezo, y la gente lo aplauda; y la gran oferta satánica de dar todos los reinos de la tierra con sus riquezas; la condición es única: arrodillarse ante Satanás. No se sabe qué admirar más en Satanás, si su ingenuidad ramplona o su desvergüenza incalculable. La respuesta de Jesús fue contundente: Sólo al Señor tu Dios adorarás. Con el diablo el que coquetea, pierde.
4. El Tabor. El domingo siguiente fue la invitación de Jesús a los tres discípulos a subir a la montaña y allí mostrar su gloria. Lo hizo para serenarlos ante el anuncio de su próxima pasión, que los tenía desconcertados. Pedro, hasta ahora opositor declarado y después renegado, propone un alto definitivo: Quedarse allí. La comodidad. No ha entendido que la Cruz es el camino hacia la Luz. Ya entenderá que, con Jesús, siempre se sube. Pobrecito y pobrecitos nosotros si no entendemos esto. A esos Jesús los mandó a “dormir y descansar” en Getsemaní. Huyeron después.
5. El Templo. La imagen de Jesús, látigo en mano, desalojando a los mercaderes del templo y volcando las mesas de los banqueros en la Casa de su Padre, a nosotros nos impresiona y a él le cuesta la vida. Él mismo anuncia la destrucción de su cuerpo, templo sagrado de Dios, y nos advierte de la gravedad de la profanación de nuestro propio cuerpo. San Pablo nos pregunta: ¿No saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes?
6. El Pregón. El cuarto domingo de la santa Cuaresma la iglesia retoma el mensaje solemne que Jesús le anunció a Nicodemo. Que todo mundo sepa: Primero: “Que Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. Segundo: Que “el que cree en Él no será condenado; el que no cree en él ya está condenado, por no creer en el Hijo único de Dios”. Tercero: Que “la condenación consiste en esto: que la Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus acciones eran malas”. Es cuánto… Por algo el Triduo Pascual, Tres días y un solo Misterio, se llaman Semana Santa y Semana Mayor.
Imagen de JUNO KWON en Pixabay