Por Juan Diego Camarillo
Bajo el marco de la Noche de los Testigos, una vigilia de oración con testimonios, historias de fe y valentía de la Iglesia perseguida, El Observador de la Actualidad conversó con el padre Pedro Narbona, testigo de los ataques a las iglesias rurales de Chile, así como del seminario católico en la región de Araucanía. El padre Pedro actualmente es el párroco de la Iglesia de la Asunción en Santiago de Chile y comparte su testimonio de los momentos del ataque.
En Chile existen muchas Iglesias vandalizadas, atacadas e incluso incendiadas, ¿cuál es el trasfondo de esta situación tan fuerte?
Hoy en día se cruza este tema con el asunto político, sobre todo en el sur, donde ha existido más violencia. Con el movimiento de tierras del Mapuche, allí un grupo violento (aclaro que no son todos los mapuches), sino que este grupo ha quemado camiones, lugares donde se elabora la madera y casas. Y es aquí donde se cruza lo político porque, según ellos, nosotros les hemos usurpado a unos de sus grupos parte del terreno donde están nuestras iglesias y capillas.
Y se empaña con lo político porque han aparecido pendones con el nombre de algunos dirigentes de estas agrupaciones que están en la cárcel, y los pendones dicen “libertad para tal que es preso político”, y le han dado esa connotación.
De tal forma, el mismo gobierno y los que entienden todo este proceso, dicen que no son presos políticos, que ha sido gente que ha atentado contra la propiedad privada e incluso los pastores de las iglesias evangélicas han señalado que esta quema de iglesias católicas son un atentado terrorista, perdiendo y olvidando que nosotros estamos allí, apoyando desde la fe. Pero también en las comunidades trabajamos y se ocupan estos espacios para los temas de comunidades, como situaciones de los vecinos.
Usted se encontraba en la Iglesia de la Asunción, ¿cómo sucedió ese incendio?
En Santiago de Chile, la iglesia que ha sido más emblemática ha sido la Iglesia de la Asunción y la parroquia de la Veracruz, y de ambas yo soy el párroco. Estaba en la iglesia de la Asunción, primero fue vandalizada y luego fue quemada; en la otra parroquia hubo intentos de vandalismo pero también la intentaron quemar.
Entre estas iglesias existe otra parroquia que se llama la Iglesia de San Francisco de Borja, y esa la quemaron totalmente. En ese tiempo se juntó el resentimiento que había con los carabineros. En este año también han existido algunos atentados, han entrado a robar los copones y los equipos de audio, pero estos no son actos de estar en contra de la Iglesia.
¿Cuál sería el mensaje para esa Iglesia sufriente, no solo en Chile sino también en México?
Es una invitación y un llamado a la esperanza. Lo marca en el pronunciamiento del Papa Francisco en el año de la oración, para iniciar en octubre y noviembre el Nuevo Año Santo, que es un llamado atravesado por la virtud teologal de la esperanza, para lo cual hay que pedir la esperanza y hay que creerla.
Cada vez que contemplamos a Jesús, especialmente en este tiempo de Cuaresma, lo contemplamos en su Pasión, Muerte y Resurrección, este hecho nos debe infundir esperanza para América y al mundo entero. No solo hay una luz en la iglesia, sino que hay una esperanza, y se da por Cristo.
Y más allá de las dificultades que nos tocan vivir, está ese Cristo que venció a la muerte y al pecado, que nos ama a cada uno hasta el extremo. Cada bautizado debe tener conciencia de que estamos llamados a transformar el mundo que el Señor nos ha dado. Este tiempo no ha sido fácil, pero podemos dar fe y testimonio del amor de Dios.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de marzo de 2024 No. 1497