Por Raúl Espinoza Aguilera

Tengo muy grabada en mi mente el recuerdo de la Santa Misa que celebró el Papa Juan Pablo II en el Valle de Chalco, Estado de México, en mayo de 1990, ante más de 500,000 personas. En la noche anterior, había llovido abundantemente y se formaron grandes charcos y lodazales. Aquel espectáculo era desolador, a pesar de ello, la multitud siguió con devoción y piedad la Misa, con numerosas muestras de cariño hacia el Romano Pontífice.

LA IDEA

En esa ocasión, mencionó durante su homilía: “No podemos vivir y dormir tranquilos mientras miles de hermanos nuestros -muy cerca de nosotros- carecen de lo más indispensable para llevar una vida humana digna”.

Estas palabras de san Juan Pablo II calaron hondo en muchos mexicanos. Fue el Obispo y Prelado del Opus Dei, Monseñor Álvaro del Portillo (ahora beato), quién de inmediato pidió que varias personas de la Obra en México junto con sus amigos, se encargaran una labor social de envergadura que aliviara –en parte– las necesidades de esa zona tan depauperada en la periferia de la metrópoli.

A LA REALIDAD

Poco después se formó un equipo de señoras y profesionistas emprendedores que asumieron esa responsabilidad. La primera tarea fue conseguir un vasto terreno donde se pudieran iniciar las actividades educativas una escuela para niñas y otra para niños. Gracias a la generosidad de un benefactor, esa propiedad se consiguió en el casco de una vieja y semiderruida hacienda, llamada “San Francisco Acuautla”, en el municipio de Ixtapaluca, Estado de México, enmarcada dentro de un pueblo que lleva ese mismo nombre.

En 1991 iniciaron un kínder para niños (“Acuautla”) y niñas (“Meyalli”) en parte del casco viejo reconstruido. Se iniciaron las clases con privaciones de todo tipo, pero con mucha ilusión. A esta iniciativa en su conjunto, la llamaron “EDUCAR, A.C.”. A la vuelta de los años y, con la generosidad constante de miles de personas, se abrieron estudios de pre primaria, primaria, secundaria y preparatoria.

En lo personal, fue en 1993 cuando comencé a dar clases primero y, años después, formé parte del comité directivo. Pronto salieron interesantes iniciativas. Por ejemplo, como todos los días yo viajaba desde el poniente de la ciudad hasta los colegios, situados a poca distancia de la autopista México-Puebla, muy cerca de Chalco. Un grupo de profesionistas jubilados me buscaron porque querían colaborar como preceptores académicos. Entre ellos: un médico, un arquitecto, varios ingenieros, un administrador, etc.

LOS FRUTOS

Actualmente, se llega a 690 padres de familia, a 75 profesores y a 1,600 alumnos. Continuamente hay conferencias y exposiciones de los alumnos sobre diversas ciencias, sobre tecnología, acerca de las energías renovables, sobre electricidad y magnetismo; se organizan campeonatos de fútbol, cursos de orientación vocacional, etc. Muchos ex alumnos han cursado carreras universitarias y ahora son destacados profesionistas.

Todo comenzó con las palabras de urgente petición de San Juan Pablo II, durante la homilía de la Santa Misa celebrada en Chalco, Estado de México, y el dinamismo que le imprimió el Beato Álvaro del Portillo para que muchas personas se involucraran en este megaproyecto, que ahora es una maravillosa realidad.

Por favor, síguenos y comparte: