Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Dios no busca su propia gloria, en una especie de ‘egoísmo metafísico’ como lo señala Maurice Blondel. Esto puede conducir a ciertas mentalidades desorientadas. Nietzsche en ‘así habló Zaratustra’ dice ‘yo revelo todo mi corazón, amigos míos, si hubiera Dios, ¿cómo soportaría no serlo?’; o Heinrich Kerler a Scheler, ‘incluso si se pudiese probar matemáticamente la existencia de Dios, no quiero que exista porque me limitaría en mi grandeza’, -citado por Henri de Lubac, en ‘el drama del humanismo ateo’.

Querer ser dios, sin Dios no solo es absurdo sino ridículo. Se constituye en una absurdidad esencial.

‘El hombre elimina a Dios para quedar de nuevo en posesión de su grandeza humana, que considera arrebatada indebidamente por otro. Con Dios, derriba un obstáculo para conquistar su libertad’, nos dice de Lubac, en la obra citada. Así tenemos un verdadero drama, crisis de nuestros tiempos: desórdenes, ríos de sangre, amoralismos, fentanilo. El ser humano que sepulta a Dios, se convierte en sepulturero de su hermano, como ‘Caín, el Hombre’.

Qué importante es darle un sentido a la vida e iluminar nuestros caminos a la luz de Dios y descubrirlos a nuestros hermanos los humanos, como una existencia abierta al Tú divino, nuestro término y nuestra gloria, como sentencia san Ireneo de Lyon, ‘Gloria Dei vivens homo… Gloria hominis Deus, es decir, la gloria de Dios es el hombre viviente, la gloria del hombre es Dios (Ireneo de Lyon, Contra los Herejes, Libro IV 20.7; Libro III 20.2).

En este contexto podríamos releer este pasaje de san Marcos ( 2, 23-3,6), según el cual Jesús valora más a la persona humana que el sacrosanto sábado, porque la Ley,-la Toráh, ha de estar al servicio de la persona. Es la línea firme de Jesús, la obediencia a Dios, se ordena a buscar siempre el bien de toda persona humana. De aquí la importancia que da la Iglesia a valorar por activa y pasiva la dignidad de la persona human, ‘es infinita’. Podríamos decir no sin cierto atrevimiento, como lo señala Josef Blank,-citado por Pagola, en la postura de Jesús ‘el prójimo toma el puesto de la ley, y sus necesidades determinan lo que debe hacerse en cada situación’. Por eso no nos es lícito desentendernos del sufrimiento humano.

Las políticas que ignoran el dolor humano, el sufrimiento de las personas y sus necesidades urgentes, son políticas crueles, antítesis de cualquier pretensión de un supuesto humanismo; será teóricamente hueco y de relumbrón, pero vacío, ofensivo y ridículo.

Los pobres, miserables, marginados y migrantes, pueden convertirse en una verdadera amenaza, para los fraccionamientos o sociedades del real bienestar, verdadera amenaza para la paz.

No se puede edificar una felicidad, carente de humanidad. Parece que se da esa conspiración del silencio contra el Evangelio y las bienaventuranzas de Jesús. Simplemente se calla o se ignora y se sustituye por ideologías trasnochadas que probaron su ineficacia, además por pretender cancelar el pensamiento diferente. En el mejor de los casos se aplaude la dictadura del relativismo.

Desde Jesús hemos de apoyar la vida de todo ser humano, desde el inicio de su concepción hasta su muerte natural; esto es exigencia objetiva de la dignidad de la persona humana, lejos de todo subjetivismo complaciente; suscitar la esperanza, aún en medio de todo desastre de cualquier tipo; ofrecer consuelo y ayuda al que lo necesita.

Desde la óptica de Jesús, mi ley y el orden, es la dignidad y la grandeza de toda persona humana, que ha de ser protegida y apoyada por las políticas óptimas.

No lo olvidemos; el mejor aliado de nuestra felicidad es Dios mismo Amor. Nuestras autonomías enfermizas, nos conducen al fracaso inexorable.

No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. ‘La Gloria de Dios es el hombre viviente…la Gloria del hombre es Dios’.

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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