Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

El ancla sirve para detener la barca, la sujeta, la paraliza, no le permite bogar. Los remos, en cambio, sirven para que la barca se ponga en marcha, avance alegremente e invente caminos en el mar.

Hay personas-ancla, atadas a su cómoda rutina, a una conformista pasividad, a la añoranza nostálgica de creer que todo tiempo pasado fue mejor. Al riesgo de las olas, prefieren la seguridad de la playa. Lo cual es tan ilógico como preferir la parálisis al movimiento por miedo a tropezar.

Las personas-remo son precisamente las personas creativas, las que inventan realidades nuevas o hacen de manera nueva las cosas antiguas, tal como lo exige un mundo en cambio. No se pueden mantener muchos conceptos y actitudes de ayer, fruto de una cultura anterior; ni sirven de nada las formas de vida de otros tiempos para afrontar las nuevas situaciones.

Una persona creativa es imaginativa, no fantasiosa ni soñadora; sino justamente realista, porque inventa aquello que se precisa para el día de hoy y de mañana. Sabe que la creatividad en los detalles, en los enfoques, en las formas de vida, en la búsqueda de respuestas adecuadas para los problemas nuevos, es la condición indispensable para no vivir de espaldas al presente y para preparar el futuro.

No son pocos los que se empeñan en oponer creatividad a tradición, según identifican fidelidad con sumisión pasiva y simple continuismo. Así se hizo ayer, luego así debe hacerse hoy. No. Porque una tradición anquilosada es una tradición muerta, fósil y pieza de museo. Cuando la posición de los tradicionalistas se radicaliza, la tradición se convierte en rutina y la fidelidad en fanatismo. La creatividad no se opone a la sana tradición; por el contrario, es la única manera de dinamizarla y de hacerla presente y eficaz en cualquier momento histórico.

Para nuevos problemas, nuevos planteamientos y nuevas soluciones; la uniformidad y la nostalgia resultarían suicidas. Pues en unos cuantos años cambió el rumbo del mundo; hoy es otra su cara y otros sus apremios; por lo mismo, es preciso buscarle los nuevos derroteros por donde ha de marchar a mejores puertos.

La creatividad es más difícil y más peligrosa, si se quiere, que la continuidad. Pero es la única actitud aceptable cuando ya se vislumbra el tercer milenio de la historia y necesitamos desamarrar las anclas y utilizar los remos que conduzcan a la flamante sociedad por caminos más justos y prósperos. Y serán los creativos los que poseerán la tierra.

Artículo publicado en El Sol de San Luis, 28 de septiembre de 1991.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de septiembre de 2024 No. 1522

Por favor, síguenos y comparte: