Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Aparece en el texto evangélico de san Marcos (10, 35-45) la inmadurez e inconciencia de los discípulos de Jesús,-Santiago y Juan, y de los otros diez discípulos, a pesar de las enseñanzas y el ejemplo del Maestro, quien habrá de entregar su vida ‘en rescate por todos’ mediante su pasión expiatoria. La invitación y la misión es participar en su pasión, actualizarla en la propia vida y en el propio ser, es decir, ser capaces de beber el cáliz del sufrimiento o el aceptar el bautismo de la pasión y de la muerte como expresión de la entrega plena y total al amor del Padre y al amor de los hermanos, como el Siervo doliente profetizado por Isaías.
Jesús vino a servir y a no ser servido; esa fue su vida, servir, como donación total.
Por eso es penoso y ridículo el buscar el ‘poder’ y los ‘primeros lugares’ en la lógica vital del seguimiento de Jesús; menos tiranizar y oprimir. Solo el que sirve y da la vida, es el primero y el más grande en el Reino de los Cielos.
Los servidores de Jesús solo serán grandes ante sus ojos por la calidad del servicio; ´la vocación cristiana al amor, es la vocación necesariamente al servicio. Jesús propone su camino como un camino de salvación, -porque es el proyecto del Padre, que es camino de servicio cuya alma es el amor. Nadie puede ser sometido con coacciones. El autoritarismo no tiene futuro, y es el trato que se les da a los esclavos a los cuales se les infravalora como personas en su infinita dignidad.
Hoy es frecuente eximirse de las pretensiones de la grandeza, de los heroísmos y de las santidades; basta una buena calidad de vida, éxito y bienestar.
Si queremos ser felices, poseer la alegría interior, tenemos que hacer felices a los demás, lejos de narcisismos enfermizos de triunfadores que buscan servirse de los demás y buscan la autocomplacencia y el incienso laudatorio de los demás.
Acompañar a los que nos necesitan.
La expresión de la mirada de la imagen de la Virgen de Guadalupe y del ángel que la lleva en vuelo, es una mirada que en náhuatl se dice ‘tenacazitta’, que significa literalmente ‘mirar por la oreja’ y su alcance traduce el respeto, la ternura y conciencia de la vulnerabilidad de todo ser humano; puesto en el náhuatl clásico se emplea la terminación ‘tzin’ o ‘tzintli’. Por eso cuando la Virgen en su diálogo con san Juan Diego le dice, -en el Nican Mopohua, ‘Juanitzin, Juandiegotzin’ le implica estas tres connotaciones, gran señor Juan Diego,-respeto, Juan Diego hijito de mi corazón,-ternura y fragilidad, pobrecito Juan Diego.
Así pues, lejos de los discípulos de Jesús, las pretensiones obsesivas y ridículas de poder.
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