Por P. Alejandro Cortés González-Báez
En una caricatura de Calvin –ambientada en un paisaje nevado– éste le comenta a su buen amigo el tigre Hobbes: “Si la única razón para portarme bien es conseguir más regalos en Navidad, ¿seré yo bueno de verdad? Siendo sincero, he de reconocer que sí puedo ser sobornado. ¿Será suficiente actuar así, o debo ser bueno desde lo más íntimo de mi espíritu y en mi corazón? ¿Debo ser realmente bueno, o sólo debo actuar bien?” A lo cual Hobbes le dice: “Supongo que en tu caso Santa Claus tendrá que conformarse con lo que hay”. Y Calvin concluye: “Exactamente… pero, ¿Cuán bueno debo ser? ¿Bueno de verdad, o solamente bueno?”.
Ignoro si el autor de esta tira humorística se dio cuenta de la pavorosa profundidad que quedó plasmada en estas frases. Aquí está forjado, según alcanzo a ver, el cuestionamiento moral que millones de seres humanos se hacen ante el asunto de mayor importancia en su existencia y que, desafortunadamente, con mucha frecuencia se plantean para tratar de tranquilizar sus conciencias dentro de unos márgenes de conducta tan subjetivos como inconsistentes.
Por si fuera poco, estos planteamientos suelen hacerse fuera de una ética ajustada a la auténtica naturaleza humana que es objetiva e inalterable. Otro factor, que lo encontramos espolvoreado en nuestra cultura postmoderna, es que muchos líderes de opinión tienen una estructura moral tan recta como sus columnas vertebrales. Algunos de ellos suelen afirmar que cada quien tiene su propia verdad, que todo es subjetivo, lo que equivale a decir que la verdad no existe dado que sería ambigua.
Al negarse la realidad objetiva el hombre queda desposeído de razones; flotando en el aire, y sin rumbo fijo. Es lógico que en estas circunstancias se viva con miedo y tratando de escapar de un pasado lleno de ideales, quizás románticos y justicieros, pero insustanciales; con temor, también, ante un futuro cercano incierto y la angustia ante un futuro eterno vacío.
Ante la pregunta de Calvin podríamos plantearnos dos interrogantes más básicas: ¿Qué es portarse bien? y ¿es posible portarse bien?
Quienes piensan que portarse bien es simplemente no portarse mal, rayan en la mediocridad. Nuestro mundo necesita de gente que cada día tienda a la superación personal en el ejercicio de las virtudes morales, y al perfeccionamiento constante del bien común, para que podamos superar nuestros graves problemas.
El hecho de que sea yo quien decida algo, no significa que sea lo correcto, y si me conformo porque dicha decisión es la mía, tendré que afrontar las consecuencias ante los hombres y ante Dios. Hacer simplemente lo que uno quiere, y portarse bien, no basta: Eso lo hace cualquiera. Ser, o luchar seriamente por ser verdaderamente bueno, significa vivir coherentemente con nuestra naturaleza humana en todo momento, y eso no es nada fácil. En ese nivel se sitúan los héroes y los santos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de noviembre de 2024 No. 1531