Por P. Alejandro Cortés González Báez

Hay días en los que amanecemos a la baja: con más sueño que la Bella Durmiente, tan cansados como si nos hubiéramos ido caminando a Saltillo por la vía del tren, y gratuitamente desanimados. Sentimentalmente destruidos en un absoluto vacío motivacional. Deprimidos al extremo; románticamente derrotados; existencialmente desubicados; anímicamente descobijados; mundialmente incomprendidos; agobiadamente tensos… y con la bolsa del pantalón sin un peso.

En esas condiciones el futuro se presenta un tanto… incierto. Sin embargo, no debemos perder de vista que la emotividad no es nuestra mejor amiga, pues las pasiones son inestables, y si hiciéramos depender nuestras decisiones de ellas probablemente nos llevarían a la ruina total.

Seguro que cada uno de los habitantes del planeta tierra tiene motivos para sentirse inconforme, por lo cual urge buscar remedios antes de que nos mordamos los unos a los otros. Buscando soluciones encontré algunas ideas que quizás nos sirvan de algo.

En su libro “Cómo Alejar la Depresión” T. Le Haye y E. Salesman, hacen referencia a las dieciocho causas más comunes de esta terrible enfermedad, que cada día preocupa a más enfermos, familiares y amigos. Pero en este momento no pretendo hacer una síntesis del texto referido. Por mi parte, sólo quiero apuntar otras ideas también válidas.

“Tengo que darme la oportunidad de equivocarme”. Esto se lo oí decir a un amigo y supongo que esta actitud habrá aligerado la existencia de más de uno, pues muchas veces la tensión proviene del miedo a cometer errores, especialmente cuando éstos nos hacen perder puntos en la aceptación de los demás.

“No te compadezcas. Cuando aparezca esta emoción, haz algo bueno por alguien menos afortunado que tú.” (H. Jackson Brown.) Que sin duda puede completarse con el punto 63 de Surco, de San Josemaría Escrivá, donde dice: “Propósito sincero: hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida”.

Y para quienes gozamos la dicha de la fe en un Dios que nos ama, la siguiente afirmación está llena de contenido: “Todo se arregla, menos la muerte… Y la muerte lo arregla todo”. Otra vez Surco, punto 878.

Nunca podremos alcanzar la felicidad plena en esta vida, por lo cual habremos de luchar por cambiar nuestra actitud y buscar ser felices con lo que tengamos a la mano. Si pretendiéramos llegar a ser inmensamente ricos, o mundialmente admirados, nos estaríamos condenando al fracaso. Pero si decidimos luchar por hacer felices a quienes tenemos cerca, seremos dichosos cada vez que los veamos sonreír, y esto sí lo podemos lograr.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de septiembre de 2023 No. 1472

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