Por Mario De Gasperín, obispo emérito de Querétaro

El entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y después Papa Benedicto XVI, en su conversación con Peter Seewald, su famoso entrevistador, trataron el tema sobre la situación de la “Iglesia y los Signos de los Tiempos”, o dicho en forma más profana, acerca de la segunda venida de Cristo y la eternidad. La pregunta sustancial puede formularse así:

—Según su propia comprensión, el evangelio no contiene un mensaje proveniente del pasado, un mensaje ya agotado. Por el contrario, “Cristo se aparecerá la segunda vez, sin relación con el pecado, a los que a Él aguardan, para darles la salvación”, dice la carta a los Hebreos. ¿La Iglesia, no debería informar con mucha más claridad acerca de que, según la Biblia, el mundo no se encuentra sólo en tiempos después de Cristo, sino, en medida mucho mayor aún, nuevamente está en el tiempo antes de Cristo?

—Ésa fue, en efecto, una inquietud de Juan Pablo II, señalar que nuestra mirada se dirige hacia el Cristo que viene. Nuestra mirada hacia el Cristo que está por venir debe ser más atenta que a la del Cristo que vino. En esta perspectiva, vivimos la fe en orientación hacia el futuro. Esto implica que estemos realmente en condiciones de exponer de vuelta el mensaje de la fe en la perspectiva del Cristo que viene (…) Quizá usamos fórmulas que tal vez han envejecido (…) Este Cristo que viene sufre un vaciamiento total, que no significa nada (…) Esta es la gran tarea frente a la cual nos encontramos.

EN SUMA, VACIAMOS EL CRISTIANISMO DE SU SUSTANCIA. CAMINAMOS SIN DESTINO.

Una vez convertido en Sumo Pontífice, el Papa Benedicto XVI escribió una encíclica que tituló “Salvados por la Esperanza”. Allí trata de este misterio de nuestra Fe, misterio que justifica nuestra presencia en este mundo; nos recuerda que, en nuestro bautismo, dijimos al sacerdote que queríamos la Fe, porque ella nos daba la “Vida eterna”.

Y es verdad, por la Fe podemos obtener la vida eterna. La Fe es la sustancia de la esperanza cristiana. Pero ahora, prosigue el Papa, “¿de verdad queremos esto: vivir eternamente?” Y comenta: “Tal vez muchas personas ahora rechazan la fe porque esta vida no les parece deseable. Llega un momento en que la vida se convierte en obstáculo para las nuevas generaciones. “¿Quién, pues, ahora desea esto: vivir eternamente?”

Y, sin embargo, el deseo de felicidad y de vida para siempre está sembrado en nuestro corazón. No fuimos creados por Dios para el fracaso. Necesitamos dar una respuesta valedera a este interrogante: ¿Qué es la vida? ¿Qué significa la eternidad?

Tarea ímproba ha sido para la humanidad dar una respuesta fehaciente a estos interrogantes. La Ilustración quedó fascinada al exaltar la razón y la libertad. Pero se olvidó de la fraternidad. Y de Dios. Otros creyeron en el progreso, como sustituto de la fe. Otros crearon sistemas políticos y sociales de mil caras, que concluyeron en rotundos fracasos.

En consecuencia, “la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación; nunca es una tarea que se pueda dar simplemente por concluida”.

Cada generación debe dar su aportación, con la convicción cada día más clara de que no es la ciencia la que redime al hombre, sino el Amor. Y sólo un amor incondicionado, total, absoluto “como el manifestado”, dice san Pablo, “en Cristo Jesús, Señor Nuestro”, quien “me amó hasta entregarse por mi” (Gal 2,20). Ahora, Él es “El Viviente”. Él tiene “La Vida Eterna”. Es su abrazo lo que estamos esperando.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de diciembre de 2024 No. 1535

 


 

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