El sacerdote, poeta y ensayista Joaquín Antonio Peñalosa, tiene un enorme trabajo de recopilación, en cuatro tomos, de la poesía que los mexicanos han escrito a la Virgen de Guadalupe, desde el siglo XVI hasta el siglo XX

Por Jaime Septién

Monseñor Peñalosa murió cuando declinaba el siglo XX. Si fuera posible que siguiera vivo, seguramente ya estaría preparando el quinto tomo con lo que se ha escrito por poetas mexicanos a “la morenita del Tepeyac”.

En la cercanía del 490 aniversario de las apariciones de Santa María de Guadalupe a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, ofrezco a los lectores de Aleteia una muy breve antología de sonetos dedicados a la Emperatriz de las Américas.

Soneto a las rosas del Tepeyac

Por Luis de Sandoval Zapata (Segunda mitad del siglo XVII)

“Es un soneto a las rosas del Tepeyac, que se volvió famoso, con razón. La imagen central es que las rosas mueren para resucitar en la estampa milagrosa: para transformarse en María, la rosa mística. Esta metamorfosis supera a la del fénix, símbolo universal del sol que muere cada noche para renacer. En la tradición egipcia y griega, el ave fénix construye con ramas resinosas un nido expuesto al sol, que lo incendia; y, después de que las llamas lo consumen, renace de sus propias cenizas. El cristianismo vio en este símbolo una figura de la muerte y resurrección de Cristo. El poeta ve el milagro del Tepeyac”. (Nota de Gabriel Zaid en Letras Libres, 30 de septiembre de 2002)

El astro de los pájaros expira,
aquella alada eternidad del viento,
y entre la exhalación del monumento
víctima arde olorosa de la pira.

En grande hoy metamorfosis se admira
mortaja, a cada flor más lucimiento:
vive en el lienzo racional aliento
el ámbar vegetable que respira.

Retratan a María sus colores.
Corre, cuando la luz del sol las hiere,
de aquestas sombras envidioso el día.

Más dichosa que el fénix morís, flores:
que él, para nacer pluma, polvo muere;
pero vosotras, para ser María.

Lamentos filiales

Por Mons. Ignacio Montes de Oca y Obregón (Segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX)

“Nació en Guanajuato, Guanajuato, en 1840 y murió en Nueva York, Estados Unidos de América, en 1921. Humanista y poeta. Educado en Londres y en Roma, donde se ordenó sacerdote y doctor en teología. A su regreso a México fue capellán de Maximiliano, obispo de Tamaulipas, de Linares y de San Luis Potosí. Perteneció a la Academia de la Lengua. Escribió múltiples oraciones fúnebres, cartas pastorales, poemarios, etc.” (En estos “Lamentos Filiales”, el autor “reclama” a la Virgen que no esté presente cuando en México hay violencia, ya sea contra una potencia extranjera o contra nosotros mismos). (Nota de Enciclopedia de la Literatura en México)

¡Virgen de Guadalupe! ¿En qué montaña,
en qué caverna o valle te escondías
cuando las huestes de Satán, impías,
nos derribaron como frágil caña?

Es para ti, por dicha, tierra extraña
la que antes con tu manto protegías,
y de ídolos librabas y herejías
cuando era, y se llamaba, Nueva España.

Si con su corazón te da su hacienda
Méjico independiente y te corona,
de vasallaje y gratitud en prenda,
¿por qué tu valimiento no lo abona,
y en extranjera y en civil contienda
parece que tu cetro la abandona?

Al traslado de la soberana imagen de Santa María de Guadalupe a su nueva basílica

Por el padre Manuel Ponce (Segunda mitad del siglo XX)

“Ponce fue un poeta de la vanguardia que recuperó el ejemplo de Góngora, tanto en la poesía experimental como en la popular (García Lorca, Alberti, Diego). En este soneto integra lo barroco y lo popular de la tradición guadalupana. La primera estrofa recoge motivos barrocos: la Virgen es la primavera, la aparición de las flores, el amanecer, el sol que la circunda. La escena tiene algo de retablo alegórico, como en los poemas de certámenes convocados para las grandes ocasiones oficiales de la Nueva España. Es, de hecho, un poema de circunstancias, que se refiere al cambio de casa de la Virgen en 1976”. (Nota de Gabriel Zaid en Letras Libres. 30 de septiembre de 2002)

Cambias de sitio, no de primavera,
Cambias de sitio, no de adoradores,
Ni nosotros cambiamos: adheridos
Y, entretejiendo espinas a tus rosas

Soneto VIII (de los Sonetos Nocturnos)

Por Carlos Pellicer (Segunda mitad del siglo XX)

“Poeta y museólogo mexicano nacido en Tabasco en 1899. Viajero apasionado y poeta de recintos cerrados, fue cantor de los grandes ríos, de la selva y el sol. Ocupó varios cargos importantes en diferentes museos, fue profesor de literatura e historia y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Ocupó además la presidencia del Consejo Latinoamericano de escritores con sede en Roma. La mejor definición del poeta es la de Octavio Paz: ‘Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin’. Piedra de sacrificios en 1924, Hora de junio en 1937, Subordinaciones en 1948 y Con palabras y fuego en 1963, hacen parte de su extensa obra poética. Falleció en 1977”. (Nota del portal “A media Voz”)

Ninguna soledad como la mía.
Lo tuve todo y no me queda nada.
Virgen María, dame tu mirada
para que pueda enderezar mi guía.

Ya no tengo en los ojos sino un día
con la vegetación apuñalada.
Ya no me oigas llorar por la llorada
soledad en que estoy, Virgen María.

Dame a beber del agua sustanciosa
que en cada sorbo tiene de la rosa
y de la estrella aroma y alhajero.

Múdame las palabras, ven primero
que la noche se encienda y silenciosa
me pondrás en las manos un lucero.

 

Publicado en aleteia.org

Imagen ID 295426211 | Virgen Maria Guadalupe ©
Lisichkinhleb | Dreamstime.com

 


 

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