Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
“Por beneplácito divino la Santísima Virgen de Guadalupe ha recorrido el camino interior de muchos mexicanos y de sus hijos de otras tierras del mundo”. En esta serie de artículos, el padre Prisciliano Hernández –autoridad en la materia— nos llevará a “conocer e interiorizar ese amor singular por México y por todos los pueblos de la Tierra” y, al mismo tiempo, a “saborear el amor de Dios, a través de su Santísima Madre, María de Guadalupe, que como signo es memoria, profecía y presencia”.
El filosofar de los pueblos antiguos privilegia el lenguaje simbólico de los mitos. El pueblo mexica o tenochca no es la excepción. Son importantes los mitos cosmogónicos, para adentrarnos en el corazón de este pueblo quien habrá de ser evangelizado por Santa María de Guadalupe en la lid del Mensaje inculturado de Jesús, desde las categorías nahuas.
Hemos de atender al dicho de Heidegger, quien afirma, que: Lo más importante del mito es lo que no dice sobre lo que expresa; se ha de dar el paso del lenguaje simbólico a nuestro lenguaje conceptual. Este paso es muy delicado y diríamos, aproximativo, desde la tradición Toltecáyotl (cultura tolteca) hasta la Mexicáyotl (cultura mexica o tenochca).
Para nuestro propósito nos centramos en el mito del Quinto Sol, cuya desaparición traería la catástrofe de la desaparición misma de la humanidad.
La guerra cósmica y el amanecer
Los mexicas se consideraban el ‘Pueblo del Sol’, por eso ofrendaban el corazón de las víctimas sacrificadas, para que el Sol que declina, ’Cuauhtémoc’, fuera ‘Cuahutlenahui’, es decir, fuera el Sol que se levanta, el Sol triunfador.
El Sol, o Huitzilopochtli, había nacido virginalmente de la Coatlicue Tonátzin, de la Madrecita Tierra, por las plumas preciosas de un Colibrí o Hutzil; ella hacía sus labores en el Tepeyac. Previamente por el Cielo o Ilhuícatl había engendrado a Coyolxauhqui, la Luna, y a los Centzon Tlatoa, Centzon Huitznahua o innumerables estrellas o hijos.
Estos primeros hijos indignados ante el nuevo hijo se lanzaron contra su Madre para acabar con ella; al pretender realizar esa acción, nace el Niño Sol, Huitzilopochtli, o Colibrí del Sur o zurdo, engendrado virginalmente, y con sus serpientes de fuego, los vence.
Así se inicia esa guerra cósmica intermitente, que nos habla del ‘amanecer’, o de Tonatiuh, el Sol que está viniendo. Huitzilopochtli-Sol, tiene su correspondiente en el Águila; la Serpiente, en la Tierra; la Nopalera es Coyolxauhqui quien lanzada a la laguna, emerge con las tunas, que son los corazones para alimentar simbólicamente al Sol.
Nacidos de la penitencia de los dioses
El códice mendocino, da fe de esto: en una ‘X’ inscrita en un rectángulo, que señala los 365 días al año o 366 cuando el año es bisiesto. Los cinco días o seis, son días ‘nemontemi’ o vacíos; el águila en el centro, sin la serpiente, evoca al Sol que está en el cenit, que ha vencido; bajo una roca con líneas de agua, la laguna, y debajo de ella el escudo y las flechas, -in mitl in chimalli, difrasismo o bilexismo de la guerra.
Los espacios triangulares son los barrios; en la parte superior o el norte, una choza, así empezaron los mexicas humildemente, en esa zona del Tepeyacac o cerro en forma de nariz o terminación del cerro. En la parte inferior bajo el cuadrado generado por la ‘X’ aparecen los mexicas o tenochcas quienes, agigantados, vencen a otros pueblos.
Nobleza obliga, porque son macehualli, o nacidos de la penitencia de los dioses, de Huitzilopochtli o Quetzalcóatl. Tienen que ofrecer, el Chalchíhuitl, el agua de jade, el agua preciosa, o la sangre divina, porque fueron formados de ella con los huesos de los hombres antiguos que perecieron en catástrofes anteriores.
Nota: La siguiente entrega se intitula: “El encontronazo entre dos mundos”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de diciembre de 2024 No. 1536