Por Jaime Septién

Los negacionistas del cambio climático y de la conversión ecológica a la que nos ha llamado el papa Francisco a partir de su encíclica Laudato Si’ se llenan la boca diciendo que es una moda y que se asocia a grupos de izquierda o de “abrazadores de árboles”. Algo habrá de eso, pero no lo sustancial.

Este año se celebra el 800 aniversario del himno humanista, ecológico y cristiano más bello que se haya escrito en la historia: el Cántico de las Criaturas cuyo compositor fue, ni más ni menos, San Francisco de Asís. También conocido como el Cántico del Hermano Sol, el poema fue escrito cuando san Francisco ya estaba prácticamente ciego. Y, como dijo en la inauguración del octavo centenario de esta maravillosa alabanza fray Francesco Piloni, ministro provincial de Umbría y Cerdeña, “a pesar de la ceguera que marcó los últimos años de su vida, el Cántico tiene la mirada de fe profunda de quien reconoce la belleza de la creación como reflejo de la perfección divina”.

Más que un cumpleaños o una celebración de algo fuera de nuestro tiempo, el Cántico de las Criaturas, nos muestra una faceta que –desgraciadamente—está perdiendo el cristiano actual: la relación entre cultura y belleza; el sentido de la contemplación de la creación y la unidad del hombre con el Creador. No se trata nada más de cuidar la casa común para preservar la supervivencia de la humanidad, se trata de descubrirnos amados y de amar hasta el final la vida, ese regalo inaudito que nos alegra el corazón, que vence a las tinieblas y que funda la esperanza.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de enero de 2025 No. 1542

 


 

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