Por Mary Velázquez Dorantes

Alexandra Darío González es logoterapeuta católica, que ha trabajado durante 37 años en el acompañamiento de pacientes con enfermedad crónica y terminal, como el cáncer, Parkinson y lupus. Durante estos años de trabajo ha determinado que Dios es parte fundamental de la mente humana, y que la dimensión espiritual es la clave para darle significado a nuestras vidas. En esta ocasión conversó con El Observador de la Actualidad sobre este tema.

-Alexandra, ¿es compatible la psicología y la dimensión espiritual?

En el mundo de las letras hay muchas discusiones sobre Dios, incluso los grandes filósofos se han declarado ateos, algo que no sucede en el mundo de la ciencia: el 75% de los científicos creen en Dios, reconocen que existe algo más grande y profundo que nuestra pequeñez humana. Al hacerme esta pregunta, yo te diría que Dios siempre va tener sentido en la mente humana y que la psicología también es una vía para entender cómo opera Dios en nuestras vidas. En la terapia comprendemos la experiencia humana, y por supuesto que todos los procesos mentales influyente en la vida espiritual y viceversa. Es como una pila: qué tanto recargas tu fe, qué tanta gratitud tienes, cómo esta tu nivel de conciencia y paz. Si el ser humano no se preocupa por recargar este espectro, tarde que temprano su mente enferma.

-Al comenzar el año nuevo, ¿cómo podemos entender el papel de Dios en la existencia humana?

Es muy curiosa esta pregunta. Generalmente el hombre actual se prepara de muchas formas para cerrar un año, desde la fiesta, los arreglos, la imagen personal, pero deja de lado lo más importante: la dimensión espiritual. Aunado a ello se comete un segundo error, puesto que hacemos preparativos y festejos para decirle adiós año que se va, pero en realidad no estamos preparados para un año nuevo. Entre lo que vivimos y vamos a vivir, justo en ese escenario entra Dios. La psicología es una ciencia que examina la conducta humana y parte de los procesos de la mente. Dios es clave para entender esos procesos, porque es el único capaz de vernos por dentro. Cuando cerramos un año y abrimos uno nuevo, Dios es quien nos enseña a ver cómo fue ese año y cómo queremos que sea el que viene. Nuestras creencias, nuestra fe, nuestra voluntad frente a la vida dependen de cómo queremos
invitar a Dios a nuestra existencia.

-En tu experiencia como logoterapeuta, ¿qué has descubierto sobre el sentido de la vida?

Todos venimos a este mundo con un propósito. Durante la terapia, no sólo con mis pacientes enfermos, sino con sus familiares e incluso cuidadores, he descubierto que el sentido y el significado que le damos a nuestra existencia no sólo proviene de una intención individualista o meramente humana, sino que la verdadera trascendencia está cuando dejas actuar a Dios en todas las circunstancias de la vida; no solo en el dolor, sino en la plenitud, en los momentos de felicidad. Nos hemos acostumbrado a lo fácil, a lo inmediato, a querer tener curas instantáneas, pero los procesos son lentos. Cuando aceptamos esto, el sentido de la vida o de existir va más allá de lo material.

-¿Qué consejo nos brindarías para que en este nuevo año Dios sea el eje central?

Las personas siempre estamos buscando satisfacer necesidades físicas, materiales y obviamente espirituales, es lo que llamo el sentido de búsqueda. Los doce meses del año andamos tocando puertas para cumplir esas necesidades y, justo en el mes doce, les pregunto a mis pacientes: “¿dónde colocaste a Dios?, ¿dónde visualizaste la presencia de Dios en tu vida?” Son preguntas muy profundas que deben dejarte pensando, no para complicarte, sino para ver con claridad. Por lo tanto, yo les diría “háganse estas dos preguntas, y respondan con la verdad”; ese sería el primer paso. El segundo paso siempre va acompañado de una tarea, la cual es simple, pues se trata de hacer una lista de lo que tengo en modo material y determinar qué puedo y quiero compartir con los demás. Cuando compartimos un par de zapatos, un alimento, un suéter, porque quizá tengo dos, allí también invitamos a Dios. Si lo hacemos con desprendimiento, llegamos a un nuevo ciclo sin cargas, ligeros y dispuestos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de enero de 2025 No. 1539

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