Por Jaime Septién
En el año 428 antes de Cristo, el gran estadista ateniense Pericles pronunció un discurso fúnebre por los soldados caídos en la guerra contra Persia. En su alocución señaló que en Atenas: “Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en las tareas de la comunidad”. Con esa afirmación daba en el clavo de lo que es la democracia: un sistema político en el que se supera el individualismo para mirar por el bien común. En otras palabras, hacer de la sociedad de individuos una comunidad mediante la aportación de todos en un fin superior.
Entre los católicos de México –me refiero a los mayores de 18 años—tenemos más por revoltosa que por útil aquella persona que deja de ser tranquila y le mete ganas a la participación social, a la que hace de la política la forma más excelsa de caridad. Y la comunicación católica, el periodismo católico tiene como misión nadar contra la corriente: alentar a los católicos a hacer política. ¡Claro que no es fácil! Requiere algo más que exhortaciones y buenas palabras: requiere una cultura, un aprecio por lo bueno, por lo bello, por lo verdadero. Y su trasmisión a los otros.
Hace tiempo el Papa Francisco nos regaló Laudate Deum, algo así como la versión actualizada de Laudato Si’. Dos son los motores sobre los cuales se edifica Laudate Deum: “todo está contectado” y “nadie se salva solo”. Lo que hago aquí repercute allá, y para salir de esta maraña necesito al de allá y a los de aquí. La exhortación de Francisco es un reclamo a gobiernos, personas e influencers (incluyendo a muchos católicos) “negacionistas”. Ya no se puede tapar al sol con un dedo. Ya no hay lugar para esperanzas infundadas. Muchos procesos de deterioro son irreversibles. Lo único que podemos hacer es evitar sus consecuencias más dramáticas. Y eso lo podemos hacer hoy mismo mirando al otro como parte de mí y no como un “enemigo”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de febrero de 2025 No. 1544