Por Julieta Appendini – ACN

Cada 5 de febrero la Iglesia Católica conmemora al Primer Santo Mexicano, San Felipe de Jesús, quien fue canonizado en 1862. Especialmente ostenta el patronazgo de la Ciudad de México, pues fue su lugar de nacimiento en 1572.

Durante su adolescencia ingresó al noviciado de los franciscanos, sin embargo, su padre lo motivó a buscar suerte en Manila, Filipinas. Justamente en esas islas, escuchó el llamado de Dios nuevamente y entró a un nuevo convento franciscano.

Tras un tiempo como seminarista, San Felipe recibió la noticia de que ya podía ordenarse como sacerdote, y como una consideración especial podía recibirse en México. Fue durante aquel viaje, que una tempestad los dirigió a las costas de Japón, donde escuchó nuevamente el llamado de Dios.

El trabajo de evangelización cristiana estaba dando frutos en la “Tierra del sol naciente”, sin embargo, el Gobierno de Toyotomi Hideyoshi, Taikōsama ordenaría una persecución contra los franciscanos.

Es importante que antes de hablar de sobre su martirio, reconozcamos la valentía de San Felipe, quien al no recibirse como sacerdote tuvo la posibilidad de salir de Japón en calidad de “náufrago”, pero decidió quedarse junto a sus compañeros.

Su muerte y martirio inició el 5 de febrero en el monte Nishizaka, lugar en el que lo colgaron a una cruz, sujetándolo del cuello y muñecas. La tensión del lazo ejercía tanta presión que comenzó a asfixiarse, pese a que se quedaba sin aire alcanzó a pronunciar: “Jesús, Jesús, Jesús”. Los verdugos se acercaron para clavarle dos lanzas en el cuerpo y terminar con su corta vida, pues solo tenía 25 años.

Te invitamos a orar por la iglesia perseguida y por tantos mártires que hoy en día son héroes desconocidos que son un ejemplo de fe, esperanza y perdón.

 


 

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