Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Este 24 de mayo se celebrará, principalmente en el Puerto de Veracruz, la efeméride evangelizadora por la llegada de los primeros misioneros franciscanos a México.

Anteriormente llegaron con la expedición de Hernán Cortés (1519), Fray Bartolomé de Olmedo, mercedario; hombre prudente, sabio y apostólico. El otro clérigo fue Juan Díaz.

Con la toma de México-Tenochtitlan se inicia ese proceso de mestizaje, ‘no hubo vencedor ni vencido, sino el doloroso nacimiento de un nuevo pueblo, que es el México de hoy’ (Miguel León Portilla). Se inicia la Nueva España, inicio de la Historia de la Iglesia en México.

Ciertamente en 1522 salían de su convento de Gante, Bélgica, los primeros frailes que sembraron la semilla del Evangelio y de la nueva cultura. Carlos V cumplía la voluntad de Isabel la Católica,  el poder educar a los hijos de estas tierras en las verdades de la fe y el que pudieran asumir las costumbres de la vida cristiana.

Estos primeros franciscanos fueron: Juan Dekkers (Tecto), Juan van  de Auwera (Ahora) y Pedro van de Moere (Gante). Llegan en septiembre de 1523. Por la situación de desastre en Tenochtitlán, mejor se establecieron en Texcoco. Al levantar aquí el primer convento franciscano, se funda la primera escuela del Nuevo Mundo.

Aunque fueron los precursores estos primeros capellanes de Cortés y frailes franciscanos, se les considera Fundadores de la Iglesia Mexicana a los doce frailes enviados por mandato del Papa Adriano VI, a tenor del documento firmado el 13 de mayo de 1522; llegan a san Juan de Ulúa el 13 de mayo de 1524. Cortés salió a su encuentro, descubierto y puesto de rodillas, besó sus manos al igual que el cordón franciscano.

Los nombres de estos beneméritos frailes son: Martín de Valencia, Francisco de Soto, Martín de la Coruña, Toribio de Benavente,-Motolinía, Luis de Fuensalida, Antonio de Ciudad Rodrigo, Juan Suárez, García de Cisneros, Francisco Jiménez, Juan de Rivas, Juan de Palos y Andrés de Córdoba.

Una vez celebrada a mediados del mismo año de 1524, su primera Junta de lo espiritual en presencia del Conquistador Cortés, se dividieron en grupos para evangelizar.

Un grupo quedó en la Ciudad de México-Tenochtitlán, otro en Texcoco, otro en Tlaxcala y el último en Huejotzingo.

Evangelizaron al principio a señas, hasta que aprendieron el náhuatl y organizaron la colación de los sacramentos con las debidas cauciones.

Estos personajes son ilustres y dignos de nuestro amor y reconocimiento, por su arrojo, por su entrega  amorosa y entusiasta a la obra de la Evangelización en México.

Santos misioneros de temple y de talento incuestionables.

Su protagonismo ante peripecias inéditas, bajo el designio amoroso de Dios Amor providente, de almas grandes.

Su aventura misionera cruzó el tiempo y llegó hasta nosotros, abriendo los surcos de nuestra geografía y sembrando el Evangelio y la cultura.

Por este hecho damos gracias a Dios y lo entendemos como preparación necesaria a la venida de la Santísima Virgen de Guadalupe, a la colina del Tepeyac, -del 9 al 12 de diciembre de 1531; ella sembró de rosas y luceros nuestra alma patria. Con su ternura de Madre tradujo el mensaje evangélico asumiendo los matices sorprendentes de la cultura náhuatl.


 

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