Por Norberto González Gaitano
Para lectores no familiarizados con la lengua española, la primera parte del título del libro de Gabriel Galdón López (Aquel que se salva, sabe. Breve diccionario de palabras de Luz) retoma parcialmente un dicho del antaño refranero de tradición cristiana popular: “Quien se salva, sabe y quien no, no sabe nada”. La copla aparece en muchos textos literario-religiosos con variantes y ya en la obra El cortesano de Luis Milán (1561) existe una forma parecida:
“Esta vida tan penada
si queréis que en bien acabe:
aquel que se salva sabe,
que el otro no sabe nada.”
El libro de Galdón son treinta y tres voces de un diccionario catequético original para católicos que quieran despertarse, si su fe está dormida, o afirmarla aún más si está viva.
Las voces van desde Abbá, la palabra con que los niños hebreos se dirigen familiarmente a sus padres y que Jesús usaba en el diálogo con su Padre Dios, hasta Virgen María, con la que se cierra intencionalmente el libro, aunque quedasen letras del alfabeto disponibles.
El autor va pasando entre esas dos voces con otras 31 bien seleccionadas, como Coherencia (voz clave en este singular diccionario), Cultura, Dignidad, Enseñanza, España (no cabe duda a que a su autor le duele España, su país), Familia, Fe, Historia, Humildad (¡qué difícil vacuna contra la vanidad y la soberbia!), Libertad (bien escaso hoy día y pasión envidiable del autor), Mártires (muchos más de los que los lectores nos imaginamos y, generalmente, silenciosos y silenciados), Milagros (siguen existiendo), Natalidad y Oración, la penúltima y más estupenda. Mi selección tampoco es casual.
¿Por qué me parece original este libro apologético de la fe cristiana, habiendo tantos como hay en el “mercado” de libros sobre la fe?
Por su formato: Cada voz se puede leer con independencia del resto, aunque es aconsejable seguir el orden, pues de las precedentes se pueden incorporar nociones que enriquecen la lectura de las sucesivas. Además, al ser voces breves – no suelen exceder las 5 o 6 páginas- incluso los lectores de la generación de las pantallas pueden “resistir” tan ímprobo esfuerzo.
Por el talante del “discurso”: No es expositivo sino dialogante. El autor se va abriendo al lector, metiendo en juego su historia personal, sin confesarse como en un show televisivo, sino invitando al lector a involucrarse en un camino vital que él ha ido recorriendo dando pistas, ofreciendo testimonios. No quiere imponer, ni aplastar con argumentos. Desde luego quiere llegar a la voluntad del lector, pasando por su cabeza y su corazón…y su alma. De hecho, las interpelaciones, sugeridas o explícitas, son frecuentes.
Por la claridad del lenguaje, que llega a todos, por el orden con que se enhebran las ideas, por las numerosas historias que ponen carne y huesos a las ideas. Por la auto ironía con la que Galdón pone freno a la pasión por decir la verdad de modo que nadie se sienta ofendido al oír verdades que pueden doler. Es evidente que a él le duelen, y mucho, la ignorancia culpable, las omisiones cobardes, las faltas de coherencia de tantos cristianos que lo son sólo a medias, la ignorancia involuntaria en la que viven, vivimos, muchos ciudadanos por un sistema desinformativo invisible, invisible porque millones de personas son deliberadamente manipuladas sin ser conscientes de serlo.
Por los numerosos libros “libres” – es decir que liberan nuestra inteligencia del error – que el autor va sugiriendo oportunamente a lo largo del libro para abrir el apetito de conocer mejor el tema de la voz en cuestión.
Dicen que la impaciencia del bien produce herejes. Este libro es un ejemplo de cómo exponer la verdad de manera que la verdad nos posea, al lector como posee al autor. Es, a mi juicio, el resultado de una larga y fructuosa lucha interior para dominar la impaciencia del bien por amor a sus lectores.
Como lector, y como amigo del autor – por si todavía algún lector no lo había adivinado – tengo sólo un consejo que dar al editor: haga más ediciones cambiando la portada. Y consiga que se traduzca en otras lenguas.
Artículo publicado originalmente en www.familyandmedia.eu
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de diciembre de 2025 No. 1590





