El Observador │

Este domingo se ha celebrado en la Iglesia de México y de toda Latinoamérica el Día del Migrante, como una oportunidad para reflexionar seriamente sobre este fenómeno y propiciar la solidaridad y acciones concretas a favor de las personas que han abandonado su tierra en búsqueda de mejores condiciones de vida para sus familias.

En este contexto la Dimensión de la Pastoral de la Movilidad Humana, en voz de su presidente, el obispo Guillermo Ortiz Mondragón, ha señalado que la migración se sigue dando en un ambiente cada vez más inseguro debido a la violencia y el crimen organizado: «ya no es una movilidad que abra el horizonte de la vida a las personas». Por lo tanto hizo un llamado a las autoridades y a todas las personas de buena voluntad, a «continuar luchando porque nuestra Nación sea un espacio abierto a la Migración digna, en la justicia y la paz».

El prelado también recordó que la Iglesia que camina en México, además de atender directamente a hermanos migrantes en las más de 60 casas y centros de atención,  través del servicio generoso de fieles laicos, consagrados y ministros ordenados en nombre de las Diócesis, «también ha buscado el diálogo institucional para formular leyes, emitir reglamentos y elaborar protocolos que permitan el eficaz cumplimiento de la justicia y la caridad para estos hermanos».

Iglesia, madre y compañera de los emigrantes

Este año, en su mensaje por la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, ha dicho que «la Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia».

También ha denunciado frecuenemente los atropellos y las condiciones infrahumans en las que muchas personas se ven envueltas a la hora de emigrar. Constantes han sido los llamamientos a parar las muertes de migrantes, en las diversas circunstancias. Por eso ha exhortado a hacer frente a la globalización del fenómeno migratorio con la globalización de la caridad y de la cooperación, «para que se humanicen las condiciones de los emigrantes.

Al mismo tiempo, ha dicho que «es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras».

 

 

 

 

 

 

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