Por Gilberto Hernández García |
La Peregrinación y Encuentro Continental “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”, que ha sido convocado por la Pontificia Comisión para América Latina (CPAL) en la Basílica de Guadalupe, ha tenido días de intensa actividad con el afán de tener una incidencia concreta en la vida de la Iglesia de todo el continente, «a fin de hacer extensiva a todos los países americanos la Misión Continental y crear lazos de comunión y amistad entre las Iglesias que propicien la unión de esfuerzos para un anuncio renovado de la Buena Nueva de Cristo».
El primer día de encuentro, los cerca de 400 participantes –entre Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas y Laicos– recibieron las reflexiones del Arzobispo de Río de Janeiro, Orani Joao Tempesta; de Charles Joseph Chaput, arzobispo de Filadelfia; y del padre Eduardo Chávez, director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.
Conversión Pastoral
Monseñor Orani Joao Tempesta, presentó la conferencia «La Misión Continental a la luz del nuevo pontificado de S.S. Francisco y de los contenidos del magisterio pontificio en el Año de la Fe», en la cual presentó las líneas maestras del pontificado de Francisco y la influencia que tiene el Documento Conclusivo de Aparecida. Particularmente hizo una exposición basada en los discursos y homilías que Su Santidad pronunció en la Jornada Mundial de la Juventud 2013, celebrada en Río de Janeiro en agosto pasado.
El Arzobispo Tempesta dijo que «en esta época difusa, de gran movilidad» con una convivencia humana marcada por la conflictividad, y con un número significativo de personas que viven ajenas a la fe, «es urgente llevar a Cristo», entendiendo que la misión de la Iglesia, como lo ha dicho el Papa Francisco, no es proselitismo sino testimonio; ni acción asistencialista sino caridad –amor– que nace del ser comunidad de creyentes, animados por la fe y la esperanza.
También recordó el prelado, la insistente exhortación del Papa, siguiendo Aparecida, sobre esa necesaria y urgente «conversión pastoral», que se concreta en «creer en la Buena Nueva de Jesucristo, creer en su presencia en el hermano, creer en la acción del Espíritu Santo y creer en la Iglesia samaritana y servidora». Por eso urgió a los obispos del continente a «hacer un profundo examen de conciencia» para ponerse en esa dinámica de conversión en bien de los cristianos del Continente, de la Iglesia misma.
También subrayó la advertencia que ha hecho el Santo Padre, de estar atentos para no caer en la tentación de ideologizar la fe, seguir en un espíritu de funcionalismo y burocracia, y el clericalismo «que tanto daño hace a la Iglesia». En cambio ponderó la importancia de la cercanía con los fieles, el trabajo en colaboración con los laicos, saber ir al encuentro de los necesitados, y despertar en el corazón y la mente de los hombres y mujeres «la vida de fe, la concordia y la alegre esperanza».
Un nuevo mundo en misericordia
Por su parte, el Arzobispo de Filadelfia habló de las responsabilidades y desafíos para el Continente Americano en la Nueva Evangelización; particularmente de la importancia de la colaboración entre el Norte y el Sur del Continente, que aunque vienen y viven realidades diferentes, comparten desafíos comunes, en un mundo cada vez más globalizado.
Monseñor Charles Joseph Chaput señaló con firmeza algunos temas que afectan fuertemente al hemisferio: la migración, la pobreza y el narcotráfico. De este último señaló que corrompe a las instituciones, a trapa a las personas, particularmente a los jóvenes, robándoles el futuroy crea situaciones de pobreza e injusticia. Fue enfático al señalar la gran responsabilidad que tienen los Estados Unidos es este fenómeno.
De la pobreza, señaló que también existe en el Norte, sin embargo no es tan sentida como en Latinoamérica y El Caribe; por eso urgió a una solidaridad más amplia con las Iglesias que padecen necesidad. En lacuestión migratoria, expresó los esfuerzos de la Cnferencia de Obispos para impulsar una reforma migratoria justa y de alcances humanos en Estados Unidos.
Monseñor Chaput señaló que los problemas que vivimos en América son fruto, en gran medida, de una crisis de espíritu, de una falta de sentido que abarca muchas realidades de la existencia humana y social. «El problema somos nosotros mismos, cada uno como creyente, con nuestros limitantes y debilidades». Resaltó, en este sentido, la urgencia de volver a Cristo, como fuente, para procurar un fuerte encuentro personal con él como camino de conversión, en el espíritu del discipulado, para de ahí vivir la misión: «Dios llama a construir un nuevo mundo en misericordia», concluyó.