Por Gilberto Hernández García |

Cerca de treinta mil jóvenes procedentes de todo el país se dieron cita en el Cerro del Cubilete, lugar de culminación de la XXXI Peregrinación Nacional Juvenil a Cristo Rey, motivados bajo el lema: «Por la paz, dejamos nuestra huella».

La peregrinación transcurrió entre cantos, oraciones y alegría; de esa manera los jóvenes expresaron su deseo de paz para el país. «Pedimos a las autoridades, a los políticos, a las instituciones de educación, así como a los comunicadores y responsables de medios que escuchen la voz de miles de jóvenes católicos» en este llamado a frenar la brutal e insensata violencia que se abate sobre el país, señalaron los organizadores de la peregrinación juvenil.

Y abundaron: «La paz es un valor que se ha perdido en nuestra sociedad; hoy se atenta con la vida, con los homicidios que se presentan diariamente en nuestro país, relacionados con el crimen organizado, además se atenta con los abortos que se comenten, pero sobre todo creemos que se atenta con los valores de la sociedad, que son el origen de lo que pasa actualmente».

Abrir los brazos, como Cristo, hacia los demás

La celebración eucarística con la que terminó este encuentro masivo, en la explanada de la Ermita del Santuario de Cristo Rey, estuvo presidida por el Nuncio Apostólico Christophe Pierre, acompañado de  Alfonso Cortés Contreras, arzobispo de León. El representante del Papa en México destacó el valor de la fraternidad en estos tiempos difíciles por los que atraviesa nuestro país:

«Porque tenemos un Padre común podemos construir entre nosotros una fraternidad. Ser fraternos es lo que Cristo nos pide y vivir la fraternidad es fundamento y camino hacia la paz», dijo el representante de la Santa Sede en México.

A propósito de la violencia con la que están marcados estos tiempos, Monseñor Pierre señalo que «el hombre ha querido hacer a Dios a su imagen y semejanza y someterlo a sus deseos más terrenos. Al hacerlo, termina por negarlo y con esta negación ignora su misma nobleza y humanidad». Por eso, señaló, «no sólo se necesitan unos pocos valores o un consenso mínimo en cuestiones fundamentales para una verdadera fraternidad, sino una referencia a un Padre común».

El representante papal también advirtió sobre las lacras sociales que destruyen vidas, familias y comunidades: «el crimen organizado, el lavado de dinero, la prostitución, la trata de personas y la esclavitud, la violencia en sus variadas formas y el trato inhumano a los inmigrantes».

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