“Celebrar la memoria de María es celebrar que nosotros, al igual que ella, estamos invitados a salir e ir al encuentro de los demás con su misma mirada, con sus mismas entrañas de misericordia, con sus mismos gestos”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa con ocasión de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, presidida por tercera vez consecutiva, en la Basílica de San Pedro en honor a la Patrona de México, América y Filipinas.

En su homilía, el Santo Padre recordó las palabras del saludo de la Virgen María a su prima Isabel narrados en el Evangelio de San Lucas, “palabras que logran hacer eco de todo lo que experimentó con la visita a su prima (Cfr. Lc 1,44-45)”. Es en este contexto, dijo el Pontífice que, “Dios nos visita en las entrañas de una mujer, movilizando las entrañas de otra mujer con un canto de bendición y alabanza, con un canto de alegría”. La escena evangélica – afirmó el Papa – lleva consigo todo el dinamismo de la visita de Dios: cuando Dios sale a nuestro encuentro moviliza nuestras entrañas, pone en movimiento lo que somos hasta transformar toda nuestra vida en alabanza y bendición. Es así que lo vemos en María, señaló el Obispo de Roma, la primera discípula y misionera, la nueva Arca de la Alianza quien, lejos de permanecer en un lugar reservado en nuestros Templos, sale a visitar y acompaña con su presencia la gestación de Juan.

Hoy en día, dijo el Obispo de Roma, la sociedad en que vivimos “está cada vez más marcada por los signos de la división y fragmentación, dejando fuera de juego a muchos, especialmente a aquellos a los que se les hace difícil alcanzar los mínimos para llevar adelante su vida con dignidad”. Es una sociedad que le gusta jactarse de sus avances científicos y tecnológicos, agregó el Pontífice, pero que se ha vuelto cegatona e insensible frente a miles de rostros que se van quedando por el camino, excluidos por el orgullo de unos pocos. “Una sociedad que termina instalando una cultura de la desilusión, el desencanto y la frustración en muchísimos de nuestros hermanos, precisó el Papa; e inclusive, de angustia en otros tantos porque experimentan las dificultades que tienen que enfrentar para no quedarse fuera del camino”.

Frente a todas estas situaciones, afirmó el Sucesor de Pedro, “tenemos que decir con Isabel: Feliz de ti por haber creído, y aprender de esa fe recia y servicial que ha caracterizado y caracteriza a nuestra Madre. Celebrar a María, agregó el Papa,  es en primer lugar, hacer memoria de la madre, hacer memoria de que no somos ni seremos nunca un pueblo huérfano. ¡Tenemos Madre! Y donde está la madre hay siempre presencia y sabor a hogar. Donde está la madre, los hermanos se podrán pelear pero siempre triunfará el sentido de unidad. Donde está la madre, no faltará la lucha a favor de la fraternidad”.

Mirar la Guadalupana, señaló el Papa Francisco, “es recordar que la visita del Señor pasa siempre por medio de aquellos que logran hacer carne su Palabra, que buscan encarnar la vida de Dios en sus entrañas, volviéndose signos vivos de su misericordia”. Celebrar la memoria de María, agregó el Pontífice, es afirmar contra todo pronóstico que en el corazón y en la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza”.

 

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