Por Modesto Lule, MSP

El día de los muertos no es lo mismo que la fiesta de todos los fieles difuntos. Aunque pareciera que es la misma dista mucho de serla. Primero hay que tener presente que la celebración de los muertos viene a ser una tradición cultural donde se recuerda a los que ya murieron y se dedican altares donde colocan fotos, flores y la comida que tanto gustaba en vida la persona recordada.

Esta tradición según los historiadores se da principalmente en México 1800 años antes de Cristo. Podemos suponer que las celebraciones de ahora no son en nada parecidas a la de los orígenes, pero si sabemos que los muertos eran tomados muy serio en la idea de los orígenes de los tiempos según las creencias antiguas. En otra palabra más “dominguera” sería en la cosmología de los antepasados. La muerte fue, para muchos de los pueblos mesoamericanos, de gran importancia dentro de su sistema de creencias. La ofrenda del Día de Muertos es una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal, la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl).

La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo. La celebración del Día de Muertos, como se le conoce popularmente, se practica a todo lo largo de la República Mexicana. Erróneamente se confunde la celebración del día de los muertos con la celebración de la fiesta de todos los santos y de los fieles difuntos.

Algunos llegan a creer que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los vivos y nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares domésticos en estas fechas. Esto sin duda es una creencia antigua totalmente contraria a lo que señala la Iglesia en su doctrina. Las almas de los fieles difuntos no pueden regresar como se cree en estas tradiciones culturales.

Vamos a tratar de explicar porque coinciden las dos celebraciones en fechas y lo que la Iglesia celebra con esta fiesta. La fiesta de Todos los Fieles Difuntos fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto Abad de Cluny en Francia el 31 de octubre del año 998. Este santo exhortaba a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. A partir ahí se comenzó a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse en lo que san Odilón llamó la Fiesta de los Muertos. En los países de cultura anglosajona o de herencia celta, se celebraba la víspera de la fiesta de Todos los Santos el 31de octubre. Pero en los países de cultura mediterránea, el recuerdo de los difuntos y la atención a la muerte se centra el 2 de noviembre. El 1 de noviembre día de la fiesta de Todos los Santos la Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria. Se recuerda a todos aquellos que ya están ante la presencia de Dios y que no son recordados como los santos canonizados. Y es que hay millones que ya han llegado a la presencia de Dios. Muy seguro una mayoría no llegaron de forma directa, quizá pasaron por el purgatorio, pero al final lograron estar ante la presencia de Dios.

Los santos canonizados son aquellos que en esta vida con su forma de vivir enseñaron a otros el camino al cielo, por eso la Iglesia los canoniza y por eso nos los presentan como ejemplos, como modelos para poder buscar imitar sus virtudes y seguir muy de cerca a Jesucristo. El 2 de noviembre es el día de los fieles difuntos, aquí la Iglesia invita a rezar por todos aquellos que ya murieron pero que muy posiblemente no han alcanzado el gozo eterno. Quizá estén en el purgatorio y necesitan de nuestras oraciones, por eso hay que pedir en las misas por ellos y rezar en todo momento por su eterno descanso.

Al respecto, San Gregorio Magno afirma: «Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso». Busquemos conocer nuestra doctrina y religión para poder vivirla como Dios manda.

Hasta la próxima.

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