La universalidad de esta plaga […], no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia.

Papa Francisco

Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

Circula por todos lados un libro que escribió en francés y se tradujo a los principales idiomas bajo el título común de Sodoma y el subtítulo Poder y escándalo en el Vaticano, el sociólogo, periodista y escritor Frédéric Martel sólo para afirmar que «la Iglesia está homosexualizada».

Los argumentos se presentan al tiempo que concluye en Roma el encuentro «La protección de los menores dentro de la Iglesia», en el que se abordó sin cortapisas un tema muy doloroso y delicado, acerca del cual el Papa Francisco, en el discurso de clausura del encuentro, hizo propuestas puntuales que ahora tendrán que hacer operativas los obispos del mundo por conducto de los presidentes de sus conferencias episcopales.

Lo que Martel denuncia en su libro, siendo él mismo un homosexual confeso, empero, no es un recurso publicitario y oportunista, sino el resultado de una investigación en la que invirtió cuatro años, contó con un equipo de 80 colaboradores e hizo 1500 entrevistas, y no puede ser más oportuno y digno de consideración, pues cuando afirma, dijimos, que la Iglesia está homosexualizada, lo hace desde el clericalismo o ascendiente moral y fáctico que retiene el clero en el mundo y que ha ido engarzando redes muy extensas de sinuosas complicidades en las que la homosexualidad hace las veces de carta de presentación.

El problema no es pequeño ni nuevo y si eso que el propio Martel califica como «mentiras, doble vida, esquizofrenia e hipocresía» en los diversos dicasterios de la Santa Sede ha de desactivarse, lo que sigue, actuando en consecuencia, será revisar uno por uno estos ámbitos y al tiempo de buscar medios para sanearlos, apelar a la única medida digna de crédito desde el Evangelio: la transparencia, «pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz» (Lc.8,17).

Martel sostiene que ocho de cada diez clérigos curiales en Roma son homosexuales, y que de ello nace la protección de los curas abusadores, de donde deriva, dice, una «cultura del secreto para proteger la homosexualidad», que no podrá removerse «a menos que se cambie la doctrina de la Iglesia, es decir, el voto de castidad y celibato».

Para Guillaume Goubert, director del diario católico francés La Croix, que a diferencia de quien escribe esta columna, ya leyó y analizó el libro de Martel, se trata de «un libro gay autorreferencial».

Desde su ministerio petrino, Francisco, en cambio, propone «proteger a los menores e impedir que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico» reemplazando «la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad, dando prioridad a las víctimas de los abusos en todos los sentidos»; seriedad impecable «para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes»; una verdadera purificación que imponga «un renovado y perenne empeño hacia la santidad en los pastores» que comience acusándose uno a sí mismo para no caer en la trampa de acusar a los otros.

Insiste también en «la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado a los candidatos idóneos, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad».

Por último, propone a los obispos «normas, no solo orientaciones» para que nunca más algún abuso sea encubierto e infravalorado; acompañar a las personas abusadas; poner alerta al mundo digital a propósito de la protección de los menores, nada menos que del llamado «turismo sexual».

Publicado en la edición impresa de El Observador del 3 de marzo de 2019 No.1234

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