Alessandro Serenelli, el hombre que, de joven, tras intentar abusar de ella, asesinó a santa María Goretti, escribió, ya anciano y convertido en un franciscano, una carta abierta donde confiesa las causas que lo llevaron a semejante mal. Es una advertencia para todos, especialmente para los jóvenes y adolescentes, a fin de que se alejen del peligro:

«Tengo ochenta años. Estoy cerca del fin de mis días. Mirando hacia atrás, reconozco que en mi juventud seguí un camino falso, el camino del mal que me llevó a la ruina.

«Vi cómo el contenido inmoral de revistas, espectáculos y los malos ejemplos de los medios de comunicación arrastraban a la mayoría de los jóvenes de mi época, sin que ellos se detuvieran siquiera a pensarlo dos veces. Despreocupadamente, yo hice lo mismo.

«Había fieles católicos practicantes alrededor mío, pero no les presté ninguna atención. Estaba cegado por una fuerza brutal que me empujaba al camino de la mala vida.

«A la edad de veinte años cometí un crimen pasional, cuyo solo recuerdo aún me horroriza. María Gorettii, hoy proclamada santa, fue mi ángel bueno que Dios puso en mi camino para salvarme. Las palabras de ella de reprensión y perdón quedaron grabadas en mi corazón. Ella rezó por mí, intercediendo por su asesino. Luego fui condenado a treinta años en la cárcel. De no haber sido considerado menor por la ley italiana, me hubieran sentenciado a cadena perpetua. Sin embargo, acepté la sentencia y la recibí como algo merecido.

«Resignado, reparé por mi pecado. La pequeña María fue realmente mi luz, mi protectora. Con su ayuda, cumplí bien veintisiete años en prisión. Cuando la sociedad me aceptó nuevamente entre sus miembros, intenté vivir honestamente. Con caridad angélica, los hijos de san Francisco, los Hermanos Menores Capuchinos de Le Marche, me recibieron no como sirviente, sino como hermano. Ya he vivido con ellos veinticuatro años. Ahora espero con serenidad el momento en que seré admitido a la visión de Dios, en que podré abrazar a mis seres queridos, y estar cerca de mi ángel guardián, María Goretti, y su querida madre, Assunta.

«Quiera Dios que todos los que lean esta carta acepten la enseñanza acerca de evitar el mal y sigan el camino del bien. Que crean desde su niñez que la religión con sus preceptos no es algo de lo que se pueda prescindir. Sino que es verdadero consuelo, y el único camino seguro en todas las circunstancias de la vida –incluso en las más dolorosas.

«Paz y bien».

TEMA DE LA SEMANA: ¿TODAVÍA SIRVE DE ALGO LA VIRGINIDAD?

Publicado en la edición impresa de El Observador del 7 de julio de 2019 No.1252

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