Enigma del «protonauta»
Protonauta significa «primer navegante». Hay una leyenda que dice que, años antes de descubrir América, Colón conoció a un marino de nombre Alonso Sánchez de Huelva, quien le habría contado algunas de sus aventuras, entre ellas cómo en un viaje su barco fue llevado a la deriva hasta una isla desconocida —la que supuestamente sería una isla de América—, y que en la travesía de regreso naufragaron en una terrible tormenta y muriendo casi todos. Los pocos sobrevivientes habrían logrado regresar a Europa, pero ya sólo quedaba vivo Sánchez al momento de contarle estas cosas a Colón.
A este Alonso Sánchez se le conoce como «el protonauta», y se especula que sin la información «precisa» que supuestamente brindó —hasta se habla de que le entregó documentación a Colón con las distancias marítimas aproximadas—, el Almirante jamás habría tenido la menor idea de a dónde dirigirse en su viaje.
Los que así hablan olvidan que Colón era un experimentadísimo marino que sabía manejar el astrolabio y el cuadrante; que sabía medir la velocidad de su barco, deducir el estado del tiempo, identificar las corrientes marinas, e incluso predecir científicamente los eclipses lunares. Por tanto, tenía bastante idea de a dónde dirigirse, y qué corrientes océanicas utilizar tanto para la ida como para el regreso. Por tanto, si algo de la historia del protonauta es cierta, es probable que le haya servido a Colón más que nada para reafirmar sus ideas y su plan.
Sin embargo, Hernando Colón, hijo del descubridor de América, escribió que, efectivamente, don Cristóbal había escuchado alguna vez sobre la aparición en alta mar y en las playas portuguesas de maderas labradas y cañas muy anchas no conocidas en Europa ni en África, que podrían venir arrastradas por el viento y el mar desde alguna isla desconocida; incluso que supo de la aparición en las Azores —un archipiélago portugués—de dos cadáveres no europeos ni asiáticos o africanos, y de algunas canoas.
Volviendo a la leyenda del «protonauta», los detalles de la historia varían según los diversos cronistas de finales del siglo XVI, tanto en la nacionalidad del marino como en su puesto en la embarcación, el lugar de partida de la nave, el destino, la cantidad de tripulantes y el tiempo que pasaron en la presunta isla; igualmente las circunstancias y el lugar de la entrega de su información a Colón. Y de hecho fue hasta iniciado el siglo XVII que un escritor, Garcilaso de la Vega, le dio nombre y apellido al «protonauta».
¿Para probar que la Tierra es redonda?
Generaciones y generaciones de niños y adolescentes de todo el mundo aprendieron en la escuela que Cristóbal Colón navegó para probar lo que entonces todos, menos él, veían como una teoría ridícula: que la Tierra no era plana sino redonda.
Hoy, sin embargo, se estima que en la segunda mitad del siglo XV prácticamente cualquier persona instruida sabía, o intuía por lógica, que el mundo tenía que ser una esfera. De hecho, desde la antigüedad, muchos otros habían llegado a la misma conclusión por la sencilla vía de la observación; entre ellos pueden mencionarse personajes como Surya Siddhanta, Pitágoras, Heródoto, Platón, Aristóteles, Eratóstenes de Cirene, Seleuco de Seleucia, Posidonio, Eudoxio de Cnido, Arquímedes, Alejandro Magno, Piteas de Marsella, Hiparco de Nicea, Estrabón, Claudio Ptolomeo, Dioniso el Periegete, el emperador Constantino, san Basilio el Grande, san Agustín de Hipona, san Isidoro de Sevilla, san Beda el Venerable, santa Hildegarda de Bingen, Alfonso X el Sabio, santo Tomás de Aquino, Dante Alighieri, etcétera.
Hernando Colón escibió que las razones que motivaron a su padre, el descubridor de América, fueron «el conocimiento de la esfericidad del planeta y la unicidad del océano y, por tanto, la posibilidad de navegar desde la costa europea hasta el extremo oriental»; es decir, puesto que ya se sabía que la Tierra es redonda, debía poderse llegar a la India, China o Japón navegando por el oeste.
En torno al viaje de Colón más bien lo que estaba en disputa eran las dimensiones de la circunferencia de la Tierra, que Colón habría subestimado en una cuarta parte, por lo que creyó que encontraría tierra en bastantes menos días de los que le llevó toparse con América.
Las tres carabelas fueron… dos
Carabelas únicamente lo eran «La Niña» y «La Pinta», pues la «Santa María» era una nao, embarcación algo más grande y lenta que las carabelas y, según Colón, menos apropiada para el «oficio de descubrir».
Pero, verdaderamente, las tres embarcaciones distaban de ser unas «cáscaras de nuez» o absurdos barquichuelos, como han llegado a ser calificados por algunos.
La «Santa María» fue la embarcación principal del primer viaje de Cristóbal Colón en 1492, y, por tanto, la que él capitaneó como líder de la travesía. Al parecer, «La Pinta» y «La Niña» habrían medido entre 17 y 22 metros de eslora (de largo), mientras la «Santa María» como 23.5 metros.
TEMA DE LA SEMANA: CÓMO FUE EL PRIMER DÍA DE AMÉRICA
Publicado en la edición impresa de El Observador del 13 de octubre de 2019 No.1266