Las paredes del Convento de la Cruz fueron testigo de los pasos, el buen humor, la sencillez y la fraternidad de un fraile que entregó su vida al servicio y a la oración. «Fray Jeshu», como todos lo conocía, sólo dejó buenos momentos y un legado que debe ser ejemplo para todos

Por María José Bautista

Fray Jesús Guzmán, mejor conocido como «Fray Jeshu», era un hermano religioso que sirvió por muchos años en el Convento de la Santísima Cruz de los Milagros en la ciudad de Querétaro. Nació en Durango el 8 de octubre de 1919 y el pasado 1 de enero fue llamado a la casa del Padre. Fray Alonso Reséndiz Reyes, guardián del convento, narra un poco de sus últimos días, su forma de vida y su legado.

«Hace tres meses, el ocho de octubre pasado, habíamos celebrado sus cien años de vida y al festejo acudió mucha gente. Él fue una persona que se distinguió por ser sencillo, humilde, servicial, muy trabajador y con dones muy específicos, por ejemplo tenía el don de la fotografía, tenía el don de lenguas; era una persona que se desempeñaba en los servicios que se le pusieran. Muchas veces se desempeñó como sacristán, recogía la limosna y aparte de eso le gustaba mucho el deporte. Más o menos por el año 1978 lo conocí cuando jugaba básquetbol y andaba en bicicleta. Era una persona en general muy tratable, muy respetuosa y estuvo sirviendo en varias casas o conventos de la provincia, estuvo en Salvatierra, en el Pueblito, en Celaya y por supuesto en Querétaro donde duró mucho tiempo, él llegó desde 1981 y desde ese año ya no lo volvieron a cambiar pues se le confió la atención del turismo, donde fue organizando y haciendo que funcionara.

Estuvo en Roma ayudando en la Curia general en el área de la UFS a nivel mundial. Siempre fue una persona muy servicial, con sencillez, de mucha oración, diario eucaristía y comunión, visitas al santísimo y siempre lo veías en la tarde dando vueltas con su rosario, era muy carismático, pero también muy fraterno».

Su atención al turismo no se limitaba a solo ser guía o promover el convento, sino que se preocupaba por quienes trabajaban junto a él. Le daba la oportunidad a jóvenes estudiantes, para que se ayudaran con sus estudios y así convertirse en profesionistas.

«En el tiempo del turismo buscó que los guías tuvieran una oportunidad de ayudarse para hacer sus estudios y actualmente son profesionistas. Hace aproximadamente tres años que dejó de laborar como apoyo a los turistas por orden mía, pues era tiempo de descansar a sus 97 años».

Los años que permaneció en el convento los dedicó a ayudar y servir con fraternidad, y aunque Fray Alonso Reséndiz no quería que se retirara, porque sabía que era parte de su vida, «Fray Jeshu» ya le había manifestado su cansancio, aunque su salud no se veía mermada.

«En esos años de descanso tuvo un accidente donde se cayó y a pesar de ese accidente no tuvo problemas de salud donde tuviera que tomar medicamento. Su complexión era delgada y era muy disciplinado: siempre comía a sus horas, dormía a sus horas; también era una persona de mucha oración y de ayuno. Los miércoles comía un porción mínima y de hecho casi no comía mucho pues era medido y comía lo mismo, aunque tenía mucho gusto por la guanábana, el piñón y la jícama; fue una persona que se conservó lúcida y cuerda pues de vez en cuando yo le bromeaba en inglés e italiano y el respondía sin problema».

Era muy querido y apreciado por su comunidad, y en especial por los turistas, que siempre amablemente se acercaban y preguntaban por él. Les llamaba la atención su particular forma de explicar y su especial interés por los arboles de las cruces.

«Hay una anécdota de él, donde estaba de sacristán y se le encomendó que rezara el rosario en el templo de San Francisco en Celaya. Se puso a rezar el rosario y al término de rezar el rosario cayó en la cuenta de que no le respondían. Pensando que la gente no quería rezar, alzó la cara hacia la puerta del templo y estaba cerrado. Él era el sacristán y olvidó abrir la puerta del templo por lo que se quedó rezando solo y fue al término del rosario cuando se dio cuenta que no había gente. Era una persona de mucha oración y de vez en cuando distraída».

«Fray Jeshu» falleció el 1 de enero, aproximadamente a las 3:15 de la madrugada. Fue velado ese mismo día por la tarde y al siguiente día, jueves 2 de enero, fue su funeral al que asistieron 30 sacerdotes y mucha gente que le quería. «Fue una celebración que la vivimos como una fiesta, un motivo de alegría, porque sabemos que fue una persona buena que se dedicó a vivir de la mejor manera su vocación, su entrega y consagración a Dios, tratando de servir a los demás con sus dones y carisma», finalizó Fray Alonso Reséndiz.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 19 de enero de 2020 No.1280

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