Por Mónica Olvera

Formar una familia implica una gran responsabilidad que se debe enfrentar con una perspectiva positiva y, sobre todo, confiada en Dios

Me topo frecuentemente con hombres y mujeres a los que les cuesta tener la convicción real de que los hijos son una bendición, y presentan miedo y en algunos casos terror al embarazo, aun estando casados. No sé muchas veces las razones específicas por las que le rehuyen a la llegada de un hijo, pues no siempre es fácil o posible ahondar en ello.

Pero lo que sí veo es que muchos creen manejar adecuadamente esa situación buscando más o mejores anticonceptivos, desconfiando, además, de los métodos naturales por más que la ciencia diga que algunos tienen hasta el 99.5% de efectividad.

Me parece que estas personas no caen tan fácilmente en la cuenta de que «protegerse» de un «riesgo», como catalogan a un bebé no planeado, no es la solución de fondo ni la que como pareja e individuos necesitan.

De hecho ese afán de control absoluto, prácticamente imposible ya que incluso la esterilización no es 100% efectiva, suele reforzar el temor e indisposición para recibir la vida.

Esto se vuelve en muchos casos en una especie de sombra que pesa sobre la misma relación, restándole paz, libertad y gozo, pues en el fondo existe un conflicto interno, además de que no es muy agradable ir a la cama teniendo como telón de fondo la zozobra de lo que pueda pasar.

Creo que es normal tener en ocasiones la sensación de vértigo al saber de lo que es capaz de procrear maravillosamente nuestro cuerpo, y de la gran responsabilidad que implica, pero al mismo tiempo con una perspectiva positiva y, sobre todo, confiada en Dios.

Por ello pienso que hay que apostarle más bien a trabajar psicológica y espiritualmente para sanar y superar de raíz los miedos y barreras que nos dificultan ver la vida como un don sin importar las circunstancias.

Y otro medio práctico que considero de gran ayuda es el adentrarse en el conocimiento profundo del ciclo femenino para constatar que existen sólo ciertos días en los que es posible que se dé el embarazo y días en los que no lo es, y así asumir la responsabilidad de nuestros actos y poder disfrutar de una verdadera entrega y libertad en la intimidad conyugal.

La oportunidad

  • Si dejarás la inmediatez y el estrés, una esperanza vislumbrarías ya.
  • Si te alejaras del ruido y silenciaras tu corazón, su latido escucharías ya.
  • Si la tristeza y el miedo pausaras, días transcurrirían y unas pataditas te despertarían ya.
  • Si esperaras un poco más, tu vientre crecería y el milagro evidente sería ya.
  • Si soportaras tan solo poquito más, al fin en tus brazos a tu hijo gozarías ya.

 

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