Por Angelo De Simone
Vivimos un tiempo de Gracia
El tiempo de Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir el concepto de belleza en torno a la figura de Dios y del hombre, especialmente en momentos como éste, donde nos aislamos y nos separamos del otro.
En un mundo sin belleza, que quizá no está privado de ella pero que ya no es capaz de verla y, por lo tanto, tampoco de afirmarla, es necesario ir identificando las fealdades del mundo y de nuestro corazón para denunciarlas y darle un justo orden. No obstante, esta acción no basta. Es necesario, además de esto, irradiar cada día con mayor intensidad la belleza de lo que es verdadero y justo en la vida; porque, sólo así, esta belleza arrebata verdaderamente los corazones y los lleva a Dios.
Nuestro tiempo está caracterizado por presentar una abstracción de la realidad y hasta una evasión consoladora, producto de la era 2.0 y de la relativización de la belleza, sin darnos cuenta de que la clave de la misma se encuentra en el “gesto”.
Pies cansados, manos rotas, caras con cicatrices son, ante la sociedad, signos de fealdad; pero, ¿ante Dios cobra el mismo sentido? Y ante mí, ¿qué sentido tiene? Observando mis manos con detenimiento me pregunto:
¿De qué acontecimiento han participado estas manos a lo largo de mi vida? ¿A quiénes han dado ánimo? ¿A qué enfermos han sostenido en sus últimos minutos? Mis pies, ¿hacia dónde me han guiado? ¿Me han encaminado a ayudar al otro? Mis ojos, ¿han sido testigos de la belleza de Dios en el que sufre? ¿Me han permitido contemplar a Dios en la necesidad de un pueblo que muere a causa de hambre? ¿Qué imagen me transmiten? ¿La de la esperanza o la de un mundo roto por la indiferencia?
Hoy en día, por la situación que vivimos, es un riesgo observar más la vida por un microscopio buscando a microorganismos que afectan la salud, cuando en la realidad, sin darnos cuenta, nos afecta la salud en mayor medida el no alzar la mirada y ver las manos que, con la misma unción que toman pan y vino, antes han tomado jarrones y toallas para alimento y servicio del otro, las manos de Cristo. Manos que buscaban los oídos de aquel sordomudo al que le dijo: “Ábrete”.
Manos que hoy están en los hospitales, representadas por los médicos, tratando a los indeseables, aquellos que están contagiados por los virus, aquellos que mueren solos en muchos hospitales del mundo.
Sin duda alguna, es un tiempo de Gracia el que vivimos, un tiempo de Cuaresma, un tiempo de preparación para la Pascua, un tiempo donde debemos redescubrir la belleza de Dios a partir del gesto, el cual nos invita a la creatividad, a redescubrir su belleza en las cosas más sencillas que nos rodean.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 29 de marzo de 2020 No.1290