La Biblia está llena de “figuras”, es decir, de acontecimientos e individuos reales de una determinada época y lugar, pero que al mismo tiempo poseen un simbolismo que se refiere a momentos y personas futuros.
Así, “Adán fue figura de aquel que había de venir” (Romanos, 5, 14), es decir, de Cristo. Y los templos son figura del Cielo: “No entró Cristo en un santuario hecho por mano de hombres, figura del verdadero, sino en el mismo Cielo” (Hebreos 9, 24). El sacrificio de Abraham es figura del sacrifico de Cristo; Judit es figura de la Virgen María, etc.
Job es figura de Cristo, como escribió san Zenón: “Job perdió sus bienes. También el Señor, por amor a nosotros, se privó de sus bienes celestiales y se hizo pobre, para enriquecernos a nosotros».
Pero la vida de Job es también figura de la Iglesia. Tuvo una visión el Papa León XIII: una nube de demonios se lanzaba sobre Roma para dañar a la Iglesia; y también escuchó dos voces, una áspera, de Satanás, y la otra suave, de Jesucristo: “Yo puedo destruir tu Iglesia”, se jactó el demonio con orgullo. Jesús le respondió: “¿Tú puedes? Entonces sigue adelante y hazlo”. Pero entonces el demonio protestó: “Para ello necesito más tiempo y más poder”. La suave voz divina le preguntó: “¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto poder?”. Satanás contestó: “75 años a 100, y un mayor poder sobre aquellos que se entregan a mi servicio”. Y el Señor le concedió: “Tú tienes el tiempo, tú tendrás el poder. Haz con ellos lo que quieras”.
Con ello, y con lo que hoy vive el mundo, pareciera que la humanidad ha entrado ya en lo que Jesús describe en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21.
Volviendo a Job, pasó por una purificación en la que fue despojado de todo: bienes materiales, familia y salud. Hoy vivimos nuestra pasión purificadora. Como Dios confió en que Job permanecería fiel a Él, así confía en nosotros. No lo defraudemos.
- “Dios es fiel, y Él no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla” (I Corintios 10, 13)
- “El primer buen efecto de la tribulación es abrirles los ojos que la prosperidad les tiene cerrados… El segundo es separarlos del apego que tienen a las cosas de la Tierra… . El tercer buen beneficio consiste en que… las tribulaciones los vuelven humildes”. (Cristo a Mons. Ottavio Michelini)
- “Antes de ser mía, la cruz es de Cristo. Él está al otro extremo. Bajo cada cruz va Él, y da valor a la parte que me toca llevar a mí”. (Pbro. Justo López Melús)
TEMA DE LA SEMANA: CÓMO VIVIR LA SEMANA SANTA
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 5 de abril de 2020 No.1291