Mei no se sentía digna de ser amada por Dios, pero las respuestas a su paso la convencieron de lo contrario.
Por Martha Morales
Mei nació en 1969 en China. Tiene una historia increíble, y después de 17 años se decide a contarla. No creía en Dios. Se hizo novia de un chico casado, y ella le dijo que su mayor ilusión era conocer el mar. Pensaba que así se le iban a resolver muchos problemas. Él la llevó, y estando ahí pensaba: ¿quién me puede ayudar?
Empezó a nadar y vio que no podía llegar a la orilla sino que se alejaba cada vez más, y algo la detenía por el tobillo. Pensó que iba a morir. De pronto dijo: “Mi Dios”. Cuenta ella misma: “Apareció delante de mí un pájaro, y luego un Hombre. La luz y Él eran una misma cosa. Supe que la luz intensa venía de Él. Alcé mi mano derecha. Vi un libro donde estaban todas mis acciones y palabras. Entendí que era pecadora y que merecía morir. ¿Qué espera?”. Le llegó una voz que le decía: Te he esperado desde hace tanto tiempo. Vi que de su mano salía luz y de su costado, de su corazón, sangre y agua. Pensé ¿qué será eso? Comprendí que mi inmoralidad, mi rebeldía, mi enojo, mis desobediencias… todo era tormento para él. Yo había roto su corazón, era yo la que le llevó a sufrir. Pensé: Nunca había visto un amor tan puro, tan limpio y tan incondicional. Él me dijo: “Sí, ese amor es para ti”. Le dije: “Yo no tengo nada”. Contestó:
“Tú nunca has tenido nada. Toma mi amor que nunca cambia”. Nunca había experimentado un amor tan puro e incondicional. Le dije: “¿Por qué me quieres? Soy nada, vivo sin confianza. Soy suciedad, no tengo casa ni dinero, no tengo identidad. Lo único que tengo es mi hija. No quiero vivir así porque no tengo dignidad. ¿Por qué me amas?”.
Él respondió: – “Eres mi favorita, conozco tus dolores, siempre te he amado. He pagado el precio por todo lo que has hecho”.
De pronto esa voz me venía de todas partes. De pronto un hombre se acercó y me salvó de morir ahogada. Una vez fuera de peligro, no podía hacer nada más que dormir. Luego me pregunté: ¿Qué luz era esa? ¿Por qué la luz pasaba por sus manos? No sé nada de él. Fui a buscar al hombre que me sacó del mar y lo encontré, pero no nos entendíamos porque hablaba otro chino. Lo invité a comer y, a través de un traductor, durante la comida le pregunté:
-¿Cómo supiste que yo necesitaba ayuda?
El hombre me dijo: – Yo estaba en mi casa tomando una ducha. Oí una voz: “Ve a ayudarla”- así que me salí de la regadera y acudí a ayudarte a salir del mar.
Quería conseguir una Biblia. Pasaron unos meses y al fin conseguí una y me preguntaba:
– ¿Por qué este libro habla tanto de Jesús? ¿Quién es ese Jesús? Porque yo sé que el que me salvó es el Dios único.
Grité: – ¡Dios, manda a alguien que me enseñe quién es este Jesús!
Un año después Dios envió al mismo hombre americano que nos enseñaba inglés. Pronto estudiamos el evangelio de San Juan.
Le dije al profesor de inglés: “Quiero ser bautizada”.
Me preguntó: – ¿Qué pasó? ¿Por qué quieres ser de Cristo?
– El salvó mi vida-, contesté.
No estaba preparada para hablar y explicar qué había pasado. Meses después me bauticé. Muchas personas rezaron por mí. Dios me dio luz y ahora voy a vivir y a trabajar por Él. Poco después, por ciertas circunstancias, me fui a Los Ángeles, Estados Unidos.
Su testimonio completo, en inglés, está en: https://www.youtube.com/watch?v=YgSSxis-phQ
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 5 de abril de 2020 No.1291