Por Jaime Septién

El filósofo estoico griego Epicteto (50-135 D.C.) en el número 52 de su “Manual”, dejó dicho (nunca escribió nada; lo que se conoce de él es edición de su discípulo Flavio Arriano): “La primera y la más necesaria parte de la filosofía es la que trata de uno de los preceptos; por ejemplo, ‘no mentir’. La segunda es la que trata de las demostraciones; por ejemplo, ‘la razón por qué no se ha de mentir’. Y la tercera es la que confirma y examina las otras dos primeras partes; por ejemplo, dice ‘por qué la tal cosa es demostración y también enseña lo que es demostración, consecuencia, disputa, verdad, falsedad y todo lo demás’”.

El Presidente de México dice que ya se domó la pandemia del coronavirus. ¿Es verdad? Si lo fuera, el número de infectados y de muertos iría a la baja. No es así. Pero, ¿cuál es la causa por la que lo dice con tanta insistencia? Pongámoslo así: porque quiere que se reactive la economía y los pobres puedan autoemplearse. Sin embargo, la razón por la cual debería mejor hablar con verdad, es que los pobres van a salir (para el Presidente, los demás no cuentan) y se pueden contagiar en masa. También morir en masa. ¿Cómo se demuestra esto último? Muy sencillo (y aterrador): por el rebrote de infecciones en países que, con un poderoso sistema sanitario, números positivos y realidades, habían domado la pandemia.

La tercera parte sirve a la segunda, y la segunda a la primera, decía Epicteto. En ese sentido, el rebrote mortal en otras latitudes desmantela el poner por encima de la vida de los más desfavorecidos a la economía. Y esto demuestra que la doma de la pandemia es un deseo, más no una realidad. Es decir, es una verdad a medias, una mentira completa. Las consecuencias de la mentira suelen ser fatales. Dios proteja a México.

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 21 de junio de 2020. No. 1302

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