Publicitados ateos modernos como Richard Dawkins, Carl Sagan o Stephen Hawking no dudaron en afirmar que fe y ciencia son incompatibles, y que esta última bastaría para explicarlo todo.

Tampoco han faltado grupos religiosos fundamentalistas que han afirmado la misma incompatibilidad, rechazando en su caso la ciencia cuando consideran que se contrapone a la Biblia. Por ejemplo, cuando Victoria de Inglaterra pidió que en su parto de 1848 se empleara cloroformo, un pastor calvinista declaró herejes a los médicos de la reina, recordando el versículo de “parirás con dolor” (Génesis 3, 16).

Científicos actuales, como el biólogo Kenneth R. Miller, el genetista Francis Collins, el biólogo Francisco J. Ayala y el astrónomo George Coyne, todos ellos galardonados con premios internacionales de ciencia, ven que la ciencia y la fe se apoyan mutuamente.

Cada vez son más los que perciben que la ciencia y la fe sí son compatibles.

Aun así, ante el actual coronavirus siguen percibiéndose esas cuantas divisiones.

Algunos se inclinan sólo por la parte religiosa pero de manera desviada, como con el uso del Detente a manera de amuleto u objeto de magia, al tiempo que se desdeñan las medidas de prevención. Otros llaman a practicar sanamente la fe, orando a Dios para que nos libre de esta pandemia, y no han faltado los sacerdotes valientes que hasta han salido a bendecir las ciudades con el Santísimo, sabedores de que “nada es imposible para Dios” (Lucas 1, 37).

Pero también han desconcertado algunas afirmaciones aisladas, como la de un cardenal de Luxemburgo, que dijo que ante el coronavirus algunos fieles han demostrado creer en milagros “que yo no comparto”; o la de la Conferencia Episcopal de Escocia y la de los cuatro obispos de Iowa (EU), que dijeron que los templos seguirán cerrados hasta que se aplique una vacuna, lo cual podría ocurrir en 2021.

Es un disyuntiva falsa la de inclinarse sólo por la fe, o bien sólo por la ciencia, como si ésta última fuera infalible y Dios saliera sobrando. Dice la Palabra de Dios en Eclesiástico 38 que “el Señor puso en la tierra medicinas” y que “el varón prudente no las desdeña”, pues “Dios mismo dio a los hombres la ciencia”. Al mismo tiempo, “en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que Él te curará”; “Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él”, pues “hay momentos en que en su mano está la solución”.

TEMA DE LA SEMANA: LA SALVACIÓN POR LA CIENCIA O LA FE: ¿UNA DISYUNTIVA FALSA EN ÉPOCAS DE CATÁSTROFE?

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 14 de junio de 2020. No. 1301

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