3˚ Domingo Ordinario  (Mc 1, 14-20)

Por  P. Antonio Escobedo c.m.

La lectura del evangelio de hoy es la historia de la llamada de los primeros discípulos. Marcos dice que Jesús comenzó su ministerio después de que Juan fue arrestado. Será bueno prestar atención a la palabra “arrestar” que en griego se dice “paradídomi” y que también puede significar “entregar” o “traicionar”. Hacemos notar las posibilidades de traducción porque las palabras “arrestado” o “encarcelado” no expresan completamente la riqueza de la palabra paradídomi.

La importancia de esta palabra es que será usada para hablar de la traición a Jesús (Mc 3,19; 9,31; 14,21.41) o cuando es entregado a los gentiles (10,33). Jesús también la usará para advertir a sus discípulos que serán entregados a los concilios para ser azotados y enjuiciados (13,9-13).

De esta manera, el hecho de que Juan haya sido entregado o traicionado abrió la puerta al ministerio de Jesús y al ministerio de los discípulos. Todos están en la misma sintonía. Todos ellos morirán dando testimonio del Reino. Su sangre será la semilla plantada que hará brotar en la iglesia abundantes frutos. Aunque hay maldad en cada traición, Dios también está actuando y transformando la muerte en Resurrección. Sin lugar a dudas, la muerte de un fiel mensajero de Dios nunca es una derrota, siempre es una entrada a través de la cual el reino de Dios avanza y crece.

Jesús les dice a sus oyentes que el reino de Dios está cerca. La cuestión es si el reino está por venir o ya ha llegado, y ambas cosas parecen ser verdad. Jesús ha comenzado a introducir el Reino, pero todavía tiene mucho por hacer. Su Muerte, Resurrección y Ascensión completarán su ministerio terreno, pero ya ha comenzado su obra.

La respuesta apropiada para el Reino que viene es doble: ¡Arrepentirse y creer en el Evangelio! Tendemos a pensar en el arrepentimiento como un sentimiento de culpa, pero en realidad es un cambio de mente o dirección; se trata de ver las cosas desde una perspectiva diferente, desde la perspectiva de Jesús. Una vez que comenzamos a ver las cosas como las ve Jesús empezaremos a sentir un profundo arrepentimiento. Pero este arrepentimiento tiene una connotación diferente porque lejos de sentir agobio por el pecado, el arrepentimiento sincero hace que nos sintamos alegres y gozosos porque nos sabemos unidos a Jesús. Estamos en paz porque hemos recibido el amor del Padre.

¿Por qué llama Jesús a estos cuatro discípulos? ¿Por qué lo siguen? Nada en el texto contesta completamente estas preguntas. Aparentemente Jesús ve algo notable en estos cuatro. Parece que no necesariamente está viendo lo que son, sino lo que pueden ser. Aparentemente esos cuatro hombres ven algo apelante en Jesús, algo que los lleva lejos de aquellas cosas que eran preciosas para ellos y, por eso se animan a seguirlo. Para Simón y Andrés, el gran sacrificio es dejar sus redes. Para Jacobo y Juan, es dejar a su padre.

Son llamados a ser pescadores de hombres, es decir, su misión consiste en ir a buscar a aquellos que se están ahogando en las dificultades de la vida, en crisis de fe, en la desesperanza provocada por tantos meses de pandemia. Y una vez que los han sacado de ahí, la tarea es llevarlos a la orilla del mar donde se encuentra Jesús.

Nosotros ¿nos atrevemos a colaborar con Jesús en la misión de ser pescadores? Tomemos nuestras redes y vayamos a ayudar a Jesús.

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