Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

“Miren: estamos subiendo a Jerusalén” Mt 20, 18

Una de las más recientes iniciativas de los obispos de México, en el marco de las vicisitudes sanitarias que empañan la salud pública desde hace ya casi un año comenzó a circular el 7 de febrero del 2021,

bajo la autoridad del Arzobispo de Monterrey y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, don Rogelio Cabrera López, y de don Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato y Responsable de la Dimensión de Educación y Cultura de la CEM, anuncia la necesidad de arribar a un ‘Pacto Educativo Global’ como una de las lecciones sociales de la pandemia y de lo que venga luego.

Su análisis del tema, aplicado a la realidad mexicana, enfatiza la necesidad de formalizar el “cuidado integral de cada niña, niño, adolescente y joven, vinculando solidaridades y profundizando una alianza, particularmente entre familias, docentes, directivos y estudiantes, con amplia creatividad y generosidad”.

Al respecto, se define la educación en sentido amplio, como “un acto de amor, la transmisión libre y generosa de los valores más propiamente humanos, como la verdad, la bondad, la belleza, la unidad y la paz”, pero también, que es “urgente humanizar la educación”, de modo que más allá de los planes y programas la persona concreta, con todas sus dimensiones, esté el centro de la cuestión.

Para ello, dicen, el mejor camino es adherirse al propuesto por el Obispo de Roma, el cual pide “consolidar el andamiaje educativo de cada nación” que “no es sólo escolar, sino que abraza a toda la vida de la sociedad empezando por el ámbito familiar y ampliándose hacia todas las comunidades de vida (empresa, colonia, centro comunitario, barrio, medios de comunicación, etc.)”, desde la cultura del cuidado, que implica “la vivencia de la fraternidad y la amistad social” como “caminos para la paz social e interior”.

Obligados a ‘vivir en casa’ por el confinamiento sanitario nos impele, enfatizan, a cuidar los demás, a modificar los hábitos perniciosos, a volverlos más comprensivos de lo humano, más solidarios y constructivos “de un desarrollo humano, integral, solidario y sustentable” alentando medidas nuevas y oportunas “para salir al encuentro y hacer vigoroso el compromiso del cuidado de niñas, niños, adolescentes y jóvenes”, para lo cual nada es más urgente que una atención más cercana a través de “encuentros pequeños, especialmente en las familias, escuelas, en cocheras, parques, atrios, iglesias, empresas, que acompañen y animen actividades educativas (formales y no formales)”.

Concluye el Mensaje de los obispos “articular un regreso a la escuela, de manera híbrida, combinando -para quien así lo pueda y quiera- momentos de servicio escolar presencial, con alternativas semipresencial y otras totalmente virtuales, que vayan más allá de la TV y la radio; pactar “un acuerdo de generosidades”, pero, sobre todo, “convocar y establecer explícitamente un gran acuerdo entre docentes, familias, directivos, los propios estudiantes y la sociedad en su conjunto” apto para “buscar caminos compatibles y coordinados. Acompañar a los centros escolares, supervisarlos, impulsar protocolos sanitarios, realizar pruebas, vacunar al personal escolar, repensar la educación que se requiere hoy, desatar las solidaridades entre instituciones y personas, pero sobre todo, atender a toda la población en su conjunto e integralidad, sin dejar a nadie fuera”.

Al final de cuentas, afirman, es indispensable tejer “redes entre instituciones educativas, destacando criterios como la prudente cercanía física, las necesidades reales, y la fraternidad” y cuidar a los maestros, para que ellos puedan cuidar a los niños, en plena comunión con las familias, directivos y la sociedad en general.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de febrero de 2021 No. 1338

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