Por Tomás de Híjar Ornelas
“No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo.” Proverbio inglés
“Valorar el agua” se intitula el Mensaje del Papa Francisco este 22 de marzo del 2021, día mundial de ese recurso, que a su nombre publicó su Secretario de Estado, Cardenal Pietro Parolin.
Es un texto claro y propositivo donde se concita a todos los actores sociales a actuar sin dilación para evitar el desperdicio y contaminación del vital líquido. No menos, una llamada de atención ante un estío que en el hemisferio norte se vislumbra duro pero también ocasión de valorar este don y el desarraigo de los estilos de vida que lo desprecian echando mano de la educación a quienes lo usamos y las estrategias globales esenciales para que a nadie le falte.
Garantizar el justo acceso al agua, podría ser el subtítulo de esta invitación, que se abre lamentando su “desperdicio, mercantilización y contaminación”, en los que se inspiran estas propuestas de una ruta crítica: que el derecho internacional reconozca y garantice el agua potable en cuanto derecho humano básico y fundamental; que todos asumamos nuestra responsabilidad en el cambio climático –en el saqueo y esquilmo de la creación–, y que nos demos a la tarea de revertir los efectos de la contaminación de mares y ríos, de las corrientes del subsuelo y de los manantiales a través de “una labor educativa que promueva el cambio de nuestros estilos de vida”.
No se puede “hacer un uso sensato del agua”, considera Francisco, mientras nos sigamos plantando ante ella como “consumidores” y no como usuarios, sensatos y sobrios, capaces de reconocer que de la calidad del agua depende la seguridad alimentaria.
El dique inmediato al desperdicio, mercantilización y contaminación del agua, concluye el Papa, es la colaboración entre los Estados, el sector público y privado junto con las iniciativas de los Organismos intergubernamentales, y una “cobertura jurídica vinculante” capaz de producir el “apoyo sistemático y eficaz para que a todas las zonas del planeta llegue, en cantidad y calidad, el agua potable”.
Por acá, en la misma circunstancia, don Engelberto Polino Sánchez, el obispo responsable de la dimensión del Cuidado Integral de la Creación de la Conferencia del Episcopado Mexicano, hizo circular un comunicado donde denuncia el embate criminal del capitalismo responsable de que millones de personas carecen de agua mientras tolera “practicas industriales y personales que hacen un uso irresponsable y desigual de la misma”; cita lo irónico que es, desde el 7 de diciembre del 2020, que el agua cotizara en la bolsa de valores de futuros de Wall Street a razón de 486.53 dólares por 1233 m3; alude a las Orientaciones sobre el agua, símbolo del grito de los pobres y del grito de la Tierra, (Aqua fons vitae), del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral y hace suyas las tres dimensiones allí propuestas para la gestión del agua: la humana, la de las actividades económicas y la de su significación para la cultura humana –materia prima del bautismo, nada menos–.
Concluye invitándonos a los cristianos de México “a tener una conversión ecológica en torno al agua, a comenzar a transformar practicas personales y a incidir en los sectores de toma de decisión para que en nuestro país exista una ley de aguas más justa cuyo énfasis esté en su valor para la vida y no la privatización, que sea realmente un derecho para todos”.
Si la Vigilia Pascual y el tiempo litúrgico que ahora comienza nacen de las aguas lustrales, que ahora, ante la escasez de la misma, seamos los cristianos los más interesados en su cuidado.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de abril de 2021 No. 1343