Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

“Nunca sabremos el valor del agua hasta que el pozo esté seco”. Thomas Fuller (1608-1661)

“Nuestras sociedades necesitan corregir el rumbo y ustedes, los jóvenes de los pueblos originarios, pueden ayudar muchísimo con este reto, enseñándonos un estilo de vida que se base en el cuidado y no en la destrucción”. Papa Francisco

Si ponemos ante nosotros la cosmovisión mesoamericana respecto al cuidado de la naturaleza desde el espejo de la encíclica Laudato si’ y del Sínodo para la Amazonia (2019), Francisco, el actual obispo de Roma vendría a ser un referente global y de vanguardia respecto a lo que aniquiló el mercantilismo capitalista al tiempo de secuestrar el Evangelio y convertirlo en rehén de sus pretensiones mundanas hace ya muchos siglos.

Desde tal tesitura, este escribano se atreve a colocar en el mismo plano el ministerio petrino de quien desde hace una década ciñe la mitra de Pedro con Juan Carlos Sánchez-Antonio, autor del artículo “Cosmovisión mesoamericana, descolonización de las ciencias sociales y diálogo mundial de saberes” (2020), en tanto este coloca en el primer plano del aludido texto “una nueva matriz epistémica más ecológica y menos agresiva con la vida”, la del horizonte indocristiano (al modo de Francisco), pero bajo el marbete ‘mesoamericano’.

Quien debe su formación a una estructura metodológica de la izquierda política, denuncia que el colonialismo eurocéntrico mantiene hasta la fecha en su jardín, rozagante, el “eurocentrismo de las ciencias sociales”, que se impuso a las demás epistemologías del planeta presentándose como la mejor opción. Empero, que ello sea así no pasa de ser otra cosa que una siempre renovada versión de la malhadada visión generadora de una “cosificación de la naturaleza y de la vida”, responsable de acciones tan criminales como las que ahora aúpa el gobierno federal mexicano en la península de Yucatán incluso cuando todo el planeta requiere que se implementen cuanto antes nuevas relaciones sociales, menos agresivas con la naturaleza y con la vida, a cambio de ser proclives a “abrir y repensar las ciencias sociales” que tengan como hilo conductor los “aportes ontológicos de la epistemología mesoamericana”.

Atisbar tal posibilidad supone, dice nuestro autor:

. Una consciencia clara respecto al trípode constitutivo del proyecto civilizatorio de la modernidad filosófica: 1) La colonialidad, 2) las matemáticas y 3) el pensamiento de lo mismo.

. La certeza de habernos servido de ellas para erigir un sistema de pensamiento franco y universal, pero esencialmente predispuesto a configurar una explicación de escala planetaria encaminada a ejercer control pleno e intervención y dominio de la naturaleza, el medio ambiente y, desde luego, sus destinatarios, la familia humana.

. Para conseguirlo, nada importa reducir a polvo –descalificándolas merced al mortero de las ciencias sociales eurocéntricas (¡!)–, las epistemologías que no coinciden con la suya.

. Desde tal perspectiva –la descolonial– y desde la noción de transmodernidad, concluye uno que de nada sirve una comunicación sin diálogo permanente con las epistemologías otras, esto es, con las hasta hoy negadas por la razón moderna.

Según lo que desde hace muchos meses ha expuesto esta columna, la cosmovisión mesoamericana consta de componentes fundamentales y aportes epistémicos de carácter o núcleo ético-mítico con una nota muy evidente respecto a la naturaleza y la vida a propósito: de relación ecológica respetuosa, equilibrada e interdependiente.

En atención a ello en colaboraciones subsecuentes habremos de empeñarnos en demostrar “que los saberes locales de matriz mesoamericana abren y replantean [a] las ciencias sociales […] inter-civilizatorias [recursos copiosos, inéditos y ricos] más allá de la modernidad eurocentrada”.

 

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de julio de 2023 No. 1465

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