Se puede decir tanto de lo que hace a la Virgen María distinta del resto de los seres humanos que es un tema de no acabar. Pero aquí señalamos algunas características suyas:

Su belleza única

La belleza no es sólo una cuestión física sino también espiritual. La Virgen es la obra maestra de Dios, y por ello es la más bella de todas las criaturas.

Santa Bernadette Soubirous, a quien se le apareció la Virgen en Lourdes, describió así a la Madre de Dios:

“Es tan hermosa que, cuando se le ha visto, aunque sea una vez, quisiera una morirse para volver a verla”.

Nació Santa

Ningún ser humano, salvo ella, ha nacido santo. En un exorcismo, Dios obligó al demonio Belcebú a dar esta catequesis:

“Ella tiene un poder inmenso, porque ha sido la criatura más amable y perfecta de Dios. Ella ha sido una criatura de increíble perfección; después de Dios, ella está miles y miles de veces por encima de todas las criaturas. Incluso su cónyuge, san José, que estaba miles y miles de veces por encima de otros hombres, todavía era miles y miles de veces inferior a ella”.

Llevada al cielo en cuerpo y alma

Enseña la Palabra de Dios que Henoc y Elías fueron arrebatados al Cielo en cuerpo y alma. Si ellos merecieron vivir por adelantado ese acontecimiento que el resto de los salvados experimentará hasta la resurrección de los muertos y el Juicio Final, nada tiene de extraño que la más santa de las criaturas, María Santísima, que no pecó ni una sola vez en su vida, también fuera llevada en cuerpo y alma al Cielo tras su muerte. Las Sagradas Escrituras proclaman: “No abandonarás mi alma en el Seol, ni permitirás a tu santo ver corrupción” (Salmo 16, 10)

Especial cooperadora en la redención

Se enseña en la Palabra de Dios: “Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1, 24).

Esto es porque Dios ha asociado a todos los bautizados a su obra redentora, no porque el Sacrificio de Cristo haya sido insuficiente, sino porque, en su sabiduría, Él lo desea así.

Por tanto, todo cristiano puede cooperar con el Señor; pero ninguno como lo hizo y lo sigue haciendo su Madre Santísima.

En el monte Calvario, lejos de sentirse engañada ante la promesa del ángel Gabriel, que le anunció que su Hijo recibiría el trono de David (ver Lucas 1, 32), María se unió libremente a la obra de la Redención al ofrecerle Ella misma al Padre Celestial el Sacrificio de Cristo. Lo explicó así León XIII en el año 1894, a través de su encíclica Jucunda semper:

“Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor”.

El mismo León XIII, en la encíclica Supremi apostolatus officio, de1883, enseña que la Madre de Dios fue “asociada (…) a la obra de la salvación del género humano”, y que “goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles”.

Pío XI fue el primer Papa en usar el término corredentora para referirse a la Virgen, esto en 1935.

San Pío X, en su encíclica de 1904, Ad diem illum, señala: “Por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que María mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del orbe perdido”. Y el 26 de junio de 1913, durante su pontificado, en un decreto del Santo Oficio, se concedió una indulgencia por la recitación de una oración en la que María es llamada “corredentora de la raza humana”.

Por su parte, Benedicto XV escribió, en su carta Inter solidacia, de 1918, que “al asociarse a la Pasión y muerte de su Hijo, sufrió como si Ella misma muriera (…) para apaciguar a la justicia divina; tanto como pudo, inmoló a su Hijo, de tal modo que se puede decir con razón que, junto con Él, redimió al género humano”.

Pío XII, en la encíclica Ad caeli Reginam, de 1954, dice que María “contribuyó a nuestra redención, ya suministrando su carne a su Hijo, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación”.

Y Juan Pablo II, a través de la encíclica Redemptoris Mater así como de sus explicaciones en audiencias generales, también hizo alusión en diversas ocasiones a la corredención de la Santísima Virgen María, si bien esto no está definido aún como dogma, pero sí hay profecías privadas de que en algún momento esto ocurrirá.

TEMA DE LA SEMANA: “MARÍA: EL MISTERIO QUE LO EXPLICA TODO”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de mayo de 2021 No. 1348

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