En el Diccionario Teológico de la Vida Consagrada, el misionero claretiano José Cristo Rey García escribe que “la virginidad o el celibato cristiano es un ‘carisma’. Lo cual significa que es un don que el Espíritu Santo concede a ciertas personas. La virginidad no ha surgido de la iniciativa de los hombres. Es el resultado de una inspiración de Dios. Una gracia que no todos reciben, ni comprenden”.
Y continúa: “La virginidad es un don germinal que no se despliega sin la colaboración de la libertad. El Espíritu que concede el don de la virginidad sin la iniciativa del hombre, no lo lleva a plenitud sin su libre colaboración”.
Además dice que, “por esta condición carismática, la virginidad no se confunde con la soltería o celibato, que algunos hombres o mujeres asumen por libre decisión, o a quienes las circunstancias de la vida se lo imponen”.
Por el Reino de los Cielos
Jesucristo habla de este asunto con las siguientes palabras:
“Algunos no se casan porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!” (Mt 19, 12)
San Pablo, que optó por el celibato, escribe: “Me gustaría que todos fueran como yo; pero cada uno recibe de Dios su propia gracia, unos de una manera y otros de otra” (I Co 7, 7). Así que el llamado a permanecer célibes por causa del seguimiento de Cristo no es carisma que a todos les es concedido.
Definiciones
Pero mientras que el llamado a la virginidad o celibato perpetuo “a causa del Reino de los Cielos” no es general para todos los cristianos, la castidad sí lo es.
Hasta aquí ya habrá quedado más o menos claro que virginidad, celibato y castidad no son lo mismo, aunque suelan estar muy estrechamente relacionados.
- La virginidad es la condición de aquella persona que nunca ha hecho una entrega total de su persona a otra en una relación sexual. Alguien puede no ser “físicamente virgen” a causa de una violación sexual; pero en tal caso no ha perdido la virginidad en el plano espiritual, pues la entrega de la propia persona requiere de un ejercicio de la libertad. Dijo el arzobispo Fulton Sheen:
“«Una mujer puede conservar su virginidad por uno de estos tres motivos: por no haber tenido ocasión de casarse; por no haberlo querido hacer; por haber prometido a Dios mantenerse pura, aun teniendo mil ocasiones de casarse. María, la Madre de Dios, fue virgen por el tercer motivo. Se enamoró de Dios en su primera infancia”.
- El celibato es la decisión de no tener relaciones sexuales en adelante. Esta decisión puede tomarla tanto alguien que es virgen como alguien que no.
- La castidad implica la vivencia plena de la sexualidad según la propia condición. Para alguien que no está casado o que ha hecho un compromiso de celibato, la castidad implicará abstenerse de relaciones sexuales. Para alguien casado, la castidad se realiza incluso manteniendo relaciones sexuales, siempre y cuando se lleven a cabo el marco del amor y exclusivamente con su cónyuge.
Castidad no es represión
Hoy muchos dicen que lo que por 2 mil años la Iglesia predicó sobre la pureza, por ejemplo sobre la castidad en el noviazgo, ya debe de cambiar porque “Cristo no vino a reprimir al hombre”.
Pero la castidad no es una “represión” u “opresión”, pues no consiste en negar la sexualidad sino en trabajarla activamente, ordenada al amor.
Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, “todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha ‘revestido de Cristo’ (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular”.
“En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad” (n. 2348)
Mientras “las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal, las otras practican la castidad en la continencia” (n. 2349).
Así, “los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia”, reservándose “para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal” (n. 2350).
Son contrarios a la castidad las relaciones sexuales prematrimoniales, la sodomía y bestialidad, la masturbación, la pornografía, la prostitución, la violación, el erotismo, el concubinato y el adulterio.
TEMA DE LA SEMANA: «LA PUREZA EN NUESTROS DÍAS TIENE MUY POCA Y MUY MALA PRENSA”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de julio de 2021 No. 1356