Tal vez esta historia de nuestra vivencia pueda ser útil a alguien. Mi nombre es Natalia Camero y esta reflexión parte de la experiencia que hemos acabado de vivir con mi esposo y familia.
El Cirineo…
Hasta hace algunos meses atrás, no me detuve a pensar en la humanidad de Simón de Cirene…
El Cirineo acaba de terminar su jornada de trabajo, lo que implica que ya estaba cansado, y es obligado por los romanos a ayudar a cargar la cruz a un reo de muerte… Ese reo es Jesús.
Es ¡obligado! El Cirineo se encontraba ante la oportunidad y el mejor regalo de su vida. Y este regalo y oportunidad le llegaba “disfrazado” de “carga y obligación».
En casa hace unos meses nos enterábamos de un “regalo del cielo” de una gran oportunidad que nos cambiaría la vida y que impactaría para siempre en nuestro rumbo de familia con un antes y un después. Pero sin embargo, al igual que al Cirineo, la noticia nos llegaba “disfrazada» como carga y obligación.
Las rodillas nos temblaron, el corazón se agitaba y el miedo trataba de apoderarse de nosotros ante esta petición que nos hacía el Señor, pero estábamos ya sin pensarlo a las puertas y dando pasos en ese camino, claro. Era duro y lo que esperaba al final de nuestro esfuerzo no era nada esperanzador.
Dios nos puso cara a cara para tenderle la mano, el corazón, todas nuestras fuerzas y el empeño para recorrer juntos un “agridulce” viacrucis al lado de un “reo de muerte». Sabíamos lo que nos esperaba en el Golgota y si no hubiésemos logrado clavar los ojos en el Cielo, Dios sabe que habríamos caído y huido de esta misión.
Para nosotros, la “sentenciada” era la séptima hija que estábamos esperando, Violeta (la sexta ya se nos había adelantado también de forma muy temprana en la barriga de mamá). Dios nos la regalaba en un “perfecto empaque de regalo” que haría brotar lágrimas y temores perfectamente pensados para ayudarnos a madurar la fe como familia, enseñando entre muchas cosas, de forma muy temprana a nuestros cinco hijos menores de 11 años, a vivir un duelo “certero y cercano” aceptado con y por amor, para inscribir en sus corazones desde tan pequeños, que la Voluntad de Dios es perfecta y que toda vida se respeta y protege.
Viole, nuestra pequeñita flor, llegaba a nosotros con un diagnóstico confirmado de un trastorno genético “INCOMPATIBLE” CON LA VIDA. Tenía Trisomía 18, también llamado Síndrome de Edwards. El órgano más afectado por su condición fue su corazón. Estaba muy mal y se esperaba que muriese en el vientre o en el trabajo de parto. Si sobrevivía, el pronóstico era de horas. Pero Dios nos la prestó por 17 días. Creo que ningún papá ni mamá desea recibir una noticia como ésta, y quiero pensar que el temor y la angustia que vivimos es comprensible aún para personas que ya caminamos en la fe.
Sin embargo, Violeta rompió muchos pronósticos que pesaban sobre ella desde que se supo que “algo andaba mal”. Fueron pequeños o tal vez, grandes milagros que Dios nos concedió como dulces besos de amor en el viacrucis que recorríamos a su lado.
Tal vez uno de los más significativos fuera que, tras llegar a España y con 27 semanas de gestación y partiendo “de la nada” terminamos conectados con un programa que tiene la CUN de Madrid para Embarazos de Mal pronóstico y de forma gratuita nos tendieron la mano. Creo que es importante visibilizar por medios ese programa para ayudarles a ellos, como institución, y para que más madres con embarazos con mal pronóstico opten en medio de su temor por respetar la vida de sus hijos (https://www.cun.es/cunteacompana).
Uno a uno nuestros pequeños “sueños” a cumplir con la corta estancia en nuestras vidas de nuestra pequeñita fueron atendidos por Dios, y estoy segura que Él le prestó Su Corazón a nuestra luchadora, no sólo en la gestación, sino los días que pudimos tenerla en brazos, hasta cuando Dios, enamorado de la pureza de su alma, quiso llevarla a su lado para llenarla de besos y cuidárnosla hasta que nos reencontremos ya en la Eternidad.
Podría contar y contar muchas de las cosas que Dios escribió y sigue escribiendo con un pincel suave y delicado en nuestros corazones, en medio de la tormenta que hemos vivido. Pero por ahora sólo quiero compartir que, contrario a lo que muchos pudiesen pensar, la condición de Viole fue un regalo. Una oportunidad que nos concedió Dios para experimentar el extremo amor que Él guarda por los pequeñitos, los frágiles y “despreciados». El corazón aún duele, pero el alma ha sentido un bálsamo de amor “inexplicable” en las semanas que hemos acompañado a Violeta dentro de la panza y fuera de ella.
Hoy sólo ruego que si sabes de alguien que en su vida esté pasando por algo “similar” que le alientes. Hazle saber que hay regalos de Dios que se destapan a base de lágrimas, pero que dentro llevan oro y perlas finas. Seguir a Dios siempre será el mejor camino pues Él muere de ganas de mostrarnos su Amor.
La mejor forma que tenemos de honrar la vida de Violeta es gritar al mundo que toda vida cuenta y que ha sido pensada por Dios desde el inicio del mundo.
Nota: Natalia es colombiana, casada y madre de familia.