Por Jaime Septién

América ha dado mucho a Europa y al resto del mundo: desde el aguacate hasta el zapote; desde la plata hasta la papa y desde las palomitas de maíz hasta el tomate, la calabaza, la jacaranda o el mezcal. Lo que Coté, Tardivel y Vaugeois llaman en su libro La generosidad del indígena como “los dones de las Américas al mundo” ocupan muchas páginas de vida natural y material relacionados con la alimentación, el vestido, los utensilios cotidianos… El Nuevo Mundo, enriqueció al Viejo Mundo, y tras 529 años de haber sido descubierto por el vilipendiado Cristóbal Colón, lo sigue enriqueciendo de muchas maneras. Especialmente en el regalo mayor que nos trajo España (y Portugal, en el caso de Brasil): el cristianismo.

Nadie puede dejar de observar –si tiene la mirada limpia—la revolución “americanizada” que en estos años ha venido de la mano del Papa Francisco. La espiritualidad de comunión, la llamada al discipulado, la misión permanente, son aportes del cristianismo latinoamericano. Eso sin hablar de una Iglesia con “rostro amazónico”; una Iglesia que sale al encuentro y que, sin perder la capacidad de asombro ante la Verdad revelada, abraza al hombre en donde quiera que se encuentre y que más abraza al vulnerable, al descartado, a quien vive en las periferias.

La conquista va de vuelta. El cristianismo recupera su fuerza vital, su capacidad de interrogar a la razón y de cambiar el corazón de los hombres. Europa lo necesita. Lo necesita el mundo entero. Y de la generosidad de las Américas se habla hoy desde Roma.

TEMA DE LA SEMANA: LA GENEROSIDAD DEL INDÍGENA O LA CONQUISTA DE REGRESO

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de octubre de 2021 No. 1371

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