Venerable desde el 2017, Juan Pablo I, el pontífice que ha permanecido en el corazón de la gente, continúa su camino a los altares
Redacción
El 13 de octubre del 2021, durante la audiencia general, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para la Causa de los Santos promulgar el decreto que reconozca el milagro por el que Juan Pablo I (Albino Luciani) será proclamado beato. Se trata de la curación de Candela Giarda, una pequeña argentina que el 23 de julio de 2011 sanó de la enfermedad que la mantenía al borde de la muerte.
De acuerdo a los informes médicos, la niña que en ese momento tenía once años, padecía “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico” y se encontraba en el final de su vida. El cuadro clínico era muy grave, con numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía. La iniciativa de invocar al Papa Luciani la tomó el párroco José Dabusti, de la parroquia a la que pertenecía el hospital y del que era muy devoto.
El pontificado más corto
Albino Tuciani nació en la localidad italiana de Forno di Canale -hoy Canale d’Agordo-, el 17 de octubre de 1912 y fallecido el 28 de septiembre de 1978 en el Vaticano. Tras la muerte de Pablo VI fue elegido como Papa el 26 de agosto de 1978 en un cónclave que duró un día, por lo que tuvo uno de los pontificados más cortos de la historia al ser Papa por tan sólo 33 días. En pocas semanas de pontificado, había entrado en el corazón de millones de personas por su sencillez, su humildad, sus palabras en defensa de los más necesitados y por su sonrisa insistente que era la primera imagen que los fieles tenían de él.
El mensaje que perdura
“Dios mío, con todo el corazón y por encima de todo os amo a Vos, bien infinito y felicidad eterna nuestra; por amor vuestro amo al prójimo como a mí mismo y perdono las ofensas recibidas. Señor, haced que os ame cada vez más”.
“La esperanza es obligatoria; pero no por ello es fea o dura. Más aún, quien la vive, viaja en un clima de confianza y abandono, pudiendo decir con el salmista: Señor, tú eres mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi refugio, mi lámpara, mi pastor, mi salvación”.
“Amar significa viajar, correr con el corazón hacia el objeto amado”.
“Si fuéramos capaces de cumplir los mandamientos, andaríamos mejor nosotros y andaría mejor también el mundo”.
“Amar a Dios es viajar con el corazón hacia Dios. Un viaje precioso. De muchacho me entusiasmaban los viajes narrados por Julio Verne. Pero los viajes del amor a Dios son mucho más interesantes. Están contados en las vidas de los santos”.
“Yo no realizo una acción, si antes no la quiero; no la quiero, si antes no la deseo; no la deseo, si antes alguien no me la ha presentado como deseable y simpática”.
“El señor nos ha dado este cuerpo, animado de un alma inteligente, y una bella voluntad. Y ha dicho: esta máquina es buena, pero trátala bien”.
“El amor a Dios es también viaje misterioso: es decir, uno
no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero”.
“Dios es el bien infinito y será nuestra felicidad eterna:
el dinero, los placeres y las venturas de este mundo comparados con Él, apenas son fragmentos de bien
y momentos fugaces de felicidad”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de octubre de 2021 No. 1372