Por Jaime Septién

En medio de la pandemia fue muy popular –ahora se dice “viral”—un poema escrito por el cubano Alexis Valdez: “Esperanza”. ¿Se acuerdan? Cuando la tormenta pase / y se amansen los caminos / y seamos sobrevivientes / de un naufragio colectivo. // Con el corazón lloroso / y el destino bendecido / nos sentiremos dichosos / tan solo para estar vivos. // Y les daremos un abrazo / al primer desconocido…

El Papa Francisco lo cita al final de sus conversaciones con Austen Iverigh en el extraordinario libro “Soñemos juntos”. Refleja el anhelo de un futuro mejor que todos los que estamos vivos tenemos en el fondo del corazón. Pero ningún poema, ninguna reflexión en la historia puede alcanzar la cima del “Nada te turbe” de Santa Teresa de Ávila. Lo han repetido generaciones enteras. Y ha aliviado a miles de almas turbadas por el desconsuelo. Hoy, cuando variantes del virus vuelven a encender los focos de alarma, habría que hacerlo carne, repetirlo mil veces: Nada te turbe, / nada te espante. / Todo se pasa: / Dios no se muda, / la paciencia todo / lo alcanza. / Quien a Dios tiene / nada le falta, / solo Dios basta.

Estamos en un cambio de época. No sabemos hasta dónde o cómo se va a producir. Lo que sí podemos saber es eso que tiene como final el poema de Santa Teresa: que cuando esto acabe, será claro que solo Dios basta.

TEMA DE LA SEMANA: NUEVE LÍNEAS, UN POEMA, UNA ORACIÓN ETERNA

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de diciembre de 2021 No. 1378

 

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