Por Martha Morales

Cuando Adán vio a Eva exclamó: “¡Ésta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos!” (Génesis 2,23). Ella le recordaba la imagen divina. En ella podía ver a Dios, era un reflejo de Dios. Fue su compañera, su sustento, su alegría. La plenitud de Eva consistió en hacer pleno a Adán. Así, en forma de la pareja humana, quedaba mejor plasmado el amor de Dios por el hombre y la esencia del amor de Dios.

Adán fue llamado para amar a Eva, para hacerla feliz. Y su dicha consistió precisamente en hacerla feliz. Forma parte de la esencia masculina los cuidados y las atenciones a su esposa. Es haciéndola feliz y viéndola sonreír como Adán es dichoso. Pero quisieron excluir a Dios de su vida esponsal. No quisieron dar a Dios ese poder sobre sus vidas. Dios les había hecho libres, y podían decir que no. El demonio habló con Eva en su alma y ella accedió a dialogar con él. Y no superaron la caída. Podía haber muchas fases en esa caída. Eva las rebasó todas.

El hombre busca siempre, en todas las mujeres a esa “Eva” que no está, por eso es más frecuente la infidelidad masculina que la femenina. Añora a Eva, pero aun si tuviera a todas las mujeres de la tierra, no la podría encontrar, tan grande era nuestra madre, la madre de la humanidad.

El hombre ha de saber que su sed de Bondad no quedará nunca saciada en una criatura, sino en Dios. Eva reflejaba la luz de Dios, antes del pecado original. Es el amor del hombre por Dios lo que le hará ser pleno, y así no confundirse tratando de encontrar en la tierra su plenitud por medio de una mujer. Una mujer conduce a Dios, pero no es Dios.

Adán le reprochó a Dios su regalo, sin tener en cuenta que también a él Dios le dio discernimiento entre el bien y el mal. Era muy grande el regalo perdido. Adán y Eva se odiaron mutuamente. Llevaron una vida de penitencia para purgar su culpa original. Se arrepintieron de corazón. La persona era un todo. La disociación entre el alma y el cuerpo, vino con el pecado original. Eva perdió su belleza original, su luz y Adán añoraba en ella su belleza perdida. Eva se arrepintió, reconoció la grandeza de su culpa y la maldad que trajo para el género humano. Lloró e hizo penitencia al igual que Adán. Adán la perdonó y así volvió a surgir el amor entre ambos. En adelante, debían buscar juntos la forma de amar a Dios y hacer su Voluntad.

La mujer tiende a ponerse como centro y mira la necesidad de atraer a los hombres y a dejarlos en sí misma. Éste fue el pecado de Eva. Dejó a los hombres en sí, sin remitirlos a Dios. Quiso ser dios para ellos, y el hombre la odió por eso. La Serpiente les dijo a Adán y Eva: “Serán como dioses”. Este es el pecado del matrimonio: Endiosar al otro, y hacerse dios cada uno para el otro.

Dios creó el alma de la mujer para darle su amor infinito, para ser una ayuda, para que llevara al hombre al bien, para que pudiera elevarle, no rebajarle. Para que le diera su amor, no su odio, no su venganza por el mal recibido. El Señor la creó para que fuera la alegría de Dios y del varón. ¡Cómo se ha pervertido esto!

Por medio de la mujer el hombre alcanza la paz. Las mujeres son depositarias de todos los hombres de la tierra, a ellas se les están confiados. Por eso el alma de los hombres se encuentra tan perdida, porque no hay verdaderas mujeres en su camino.

La mujer ha de recuperar su vocación de esposa y de madre. La madre tiene el poder de volver el corazón del hombre hacia ella. El nivel de una civilización depende del nivel de sus mujeres en el sentido cultural, espiritual, etc.

Adán fue fiel a Eva, pero siempre añoró a la Eva inicial. En las generaciones posteriores, se olvidó la primera pareja y vinieron las infidelidades.

Antes que carne somos espíritu. La mujer no se debe dejar desdeñar ni pisar, debe conservar su dignidad. No ha de caer en la tentación de atar a los hombres con lazos carnales, esos pronto se pudren. La atracción sexual que una persona puede sentir, en la mayoría de los casos, no es amor, es buscar la satisfacción de un instinto.

El cuerpo de la mujer está llamado a ser descanso del marido, pero a veces su alma es la que causa el hastío. A veces el marido ya no sabe ver a su mujer con ojos limpios, con ojos de niño, porque la mujer se ha dejado pervertir.

El alma de la mujer se hallaba al nivel de los ángeles, con más poder que el varón para comprender lo espiritual, lo alto, con más unión con su Creador. La mujer debía de ser así porque ella albergaría la vida y sería quien custodiara a las nuevas generaciones; pero se dejó engañar por la Serpiente. Y ahora, ¡cómo arrastra a los hombres al mal! ¡Cómo destroza la vida de sus hijos! Es antinatural que la mujer abandone a su familia, a sus hijos a sus tendencias desordenadas.

Una unión homosexual sólo conduce a la derrota y al hastío. No manifiesta nada de la verdad sobre el hombre mismo y le incapacita para encontrarse consigo mismo y con Dios.

Nunca como ahora la mujer se ha visto inmersa en más esclavitud, y ha creído que se encuentra liberada. Es la esclavitud del sexo, de las modas, de las pasiones, del estatus social, de la belleza y la juventud.

Hay mujeres que preservan los valores espirituales de la civilización. Es difícil enseñar qué hay que hacer por el mundo. Pero debe haber alguien que preserve los ideales, para que los hombres puedan ver esos ideales cuando aman a una mujer. Hay mujeres que son militantes de los ideales de una nación, que son capaces de morir por esos valores, que reconoce que hay valores necesarios y otros de menor importancia. La mujer hace por amor lo que el soldado hace por patriotismo. La mujer con principios hace todo lo que puede por preservar sus ideales y sus valores.

Hay mujeres que aman a Dios y no fallan, aunque la batalla arrecie. Dios le pide a la mujer que cuide a su esposo, que lo ame, que lo aleje de los peligros de una seducción. La mujer tiene en contra la libertad mal usada del marido, pero puede poner de su parte, con medios sobrenaturales y humanos, para rescatar al marido, y perdonar y restañar heridas.

Fuente: El triunfo de la Inmaculada. Mensaje de Jesús a Marga. Para más información www.vdcj.org

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