Aquí está el qué, cómo, cuando y por qué de la penitencia, que en realidad no es sólo para el tiempo cuaresmal.

1. ¿Qué es la penitencia?

Penitencia viene del latín paenitentia (arrepentimiento), y es un sacrificio, dolor o mortificación que se acepta o se realiza como expiación por los pecados.

2. ¿Por qué penitencia, si Cristo ya nos salvó?

El perdón, la salvación y la vida eterna son un regalo de Dios, no un merecimiento. Pero sólo pueden recibirlo quienes se arrepienten de sus pecados, piden perdón y se convierten al Señor (ver Mateo 4, 17; Hechos 3, 19; II Corintios 7, 10).

Sin embargo, por elemental justicia, quien se sabe perdonado debe darse cuenta de que es necesario reparar en lo posible el daño hecho por sus pecados. Esa reparación es la penitencia.

3. ¿Entonces siempre es por uno mismo?

La penitencia puede ser por uno mismo, pero también por otros, sean vivos o difuntos.

Los santos siempre han sido asiduos practicantes de la penitencia; de este modo buscan desagraviar a Dios.

En las apariciones en Fátima, María Santísima dio este mensaje:

“Haced sacrificios por los pecadores. Son muchas almas las que van al Infierno porque no hay quien se sacrifique y rece por ellas”.

4. ¿Cómo se hace penitencia?

Las tres formas principales son con el ayuno, la oración y la limosna (ver Tobías 12, 8 y Mateo 6, 1-18). Pero la penitencia cristiana puede tener también otras expresiones: hay quien utiliza cilicio o una ropa rasposa, otros duermen sobre el suelo, unos se privan de comer alguna cosa en particular (sal, azúcar, carne, etc.) o de realizar alguna actividad lícita que les agrada (ver televisión, jugar, etc.), mientras que hay quienes hacen alguna actividad como penitencia (barrer la banqueta del vecino, cocinar para un anciano, etc.).

Incluso un enfermo, o cualquier persona inmersa en alguna tribulación, puede convertir su sufrimiento en penitencia al ofrecerlo como expiación, uniéndolo a los méritos infinitos de Cristo.

5. ¿Hay alguna penitencia que sea obligatoria?

La Iglesia señala en el Código de Derecho Canónico unas pocas prácticas, que son apenas el mínimo del mínimo y que todo fiel cristiano debería cumplir:

Conforme al canon 1250, todos los viernes del año y la Cuaresma son penitenciales. El 1251 establece que debe practicarse abstinencia de carne todos los días viernes del año, “a menos que coincida con una solemnidad”. Y tanto abstinencia de carne como ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Sin embargo, las conferencias episcopales pueden permitir algunas excepciones o cambios.

El ayuno, explica el canon 1252, es obligatorio para “todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años”, mientras que la abstinencia es desde los 14 años.

6. ¿Y si mejor ayuno en cuaresma de malas palabras y chismes?

Nadie está autorizado para decir malas palabras o chismes en ningún día del año ni en ningún momento de su vida, pues Dios “a nadie ha dado permiso de pecar” (Eclesiástico 15, 20). Por ello, abstenerse de esas dos faltas mencionadas, o de malos pensamientos, de decir mentiras o de cualquier otro pecado, no equivale al ayuno que promueven Cristo y su Iglesia.

El ayuno cristiano no tiene que ver con abstenerse de algo malo. Al contrario, el que ayuna se abstiene de algo bueno, el alimento, a fin de alcanzar un bien mayor.

Al mismo tiempo, como escribió san Juan Cristóstomo, “quien limita el ayuno simplemente a la comida, está minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tu ayunas, ¡que lo prueben tus obras!”.

7. ¿Entonces qué es ayunar?

Ayuno proviene del latín ieiunum, que significa “vacío”; así que ayunar es, literalmente, no comer nada. Como Jesús, que al inicio de su ministerio fue al desierto, donde por 40 días “no comió nada” (Lucas 4, 2).

Salvo que reciba una Gracia especial de parte de Dios —como ha ocurrido con buen número de santos—, el cristiano promedio no puede mantenerse sin comer por tiempo prolongado pues perdería la salud y la fuerza, quedando imposibilitado de cumplir con sus obligaciones habituales.

Por ello, el ayuno que propone la Iglesia consiste en hacer una sola comida fuerte al día: desayunar y cenar poco, verdaderamente menos de lo habitual, o incluso suprimir ambas comidas; mientras que la comida de mediodía será normal, pero sin carne, pollo y sus derivados.

TEMA DE LA SEMANA: “¿Y SU FUERA ÉSTA TU ÚLTIMA CUARESMA?»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de febrero de 2022 No. 1390

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