PREGUNTAS DE NIÑOS

Al anochecer del día de la Resurrección Jesús se apareció a sus discípulos, que se habían encerrado por miedo. Se presentó sorpresivamente, sin tener que abrir ninguna puerta porque Él es Dios y, por tanto, Todopoderoso.

Pero Tomás no estaba ahí, así que los otros discípulos tuvieron que contarle cómo Jesús se les había aparecido. Tomás se negó a creer que Jesús hubiera resucitado, y hasta exigió ver las marcas de los clavos y de la lanza en el cuerpo de Jesús para estar seguro de que realmente era Él.

A la otra semana, cuando ahora sí estaban todos juntos, Jesús se les apareció y se dirigió específicamente a Tomás, porque a Dios le importamos todos en particular. Así que lo invitó a tocar sus llagas y le dijo: “No sigas dudando sino cree”.

Además, declaró el Señor: “Tú crees porque Me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Es que la fe, explica la Biblia, “es la convicción de lo que no se ve”, y “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11, 1 y 6).

Los cristianos vivimos por la fe. No hay mérito en creer en lo que se ve, eso cualquiera lo hace. Pero creer en Dios, aunque no lo podamos ver, y en todo lo que Él anuncia, es tener fe, y el que tiene fe es bienaventurado o dichoso.

Jesús se refirió a todos nosotros a los que nuestros papás, abuelos, catequistas o sacerdotes nos anunciaron un día la Buena Nueva del Señor y la creímos. Si es así, entonces hay que decirle a Jesús, como hizo santo Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de abril de 2022 No. 1398

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