Desde 1918, el 15 de mayo se celebra en México el Día del Maestro. El argumento político con el que se eligió dicha fecha está totalmente desvinculado del mundo de la docencia; pero, casualidad o no, es justo el día en que los cristianos conmemoran a Juan Bautista de La Salle, el santo patrono universal de todos los educadores, quien fuera un sacerdote y pedagogo francés, fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el cual consagró su vida a formar maestros destinados a la educación de hijos de artesanos y de niños pobres de su época.

De cualquier manera, la intención final es el justo reconocimiento de la labor de los maestros, la cual es siempre un pilar esencial en la configuración de todas las sociedades, pero también en el desarrollo individual.

Sencillamente, si no hubiera maestros no existirían las otras profesiones.

Los maestros suelen dejar una huella en sus alumnos, ya sea a través de información, comportamientos, gestos, consejos y observaciones. Y, cuando los exalumnos recuerdan a algún profesor, no lo hacen necesariamente sobre la base de los conocimientos o la capacidad que éste tenía para transmitirlos; es más bien su testimonio, su cercanía y la relación personal la que impacta e influye en la vida del pupilo.

Suscitar la búsqueda de la verdad

Es que, como señalara Benedicto XVI el 19 de agosto de 2011 durante un encuentro con mil 200 profesores españoles, “la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos”.

La tarea del maestro es más bien la “formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación”.

Ejemplo de esto es lo que cuenta el actor y productor de cine Eduardo Verástegui de cuando se fue de México a Hollywood.

A pesar de su carrera en ascenso y de tener a mucha gente trabajando para él, se encontró con que no era feliz. Mas su profesora de inglés, que resultó ser una católica convencida, no sólo se conformó con transmitirle conocimientos del idioma, sino que, como auténtica maestra, fue más allá, sembrando en él la inquietud por ser auténtico y buscar la verdadera felicidad.

Ella encendió la chispa que llevó finalmente al actor a experimentar una auténtica conversión a Jesucristo. Es decir, su profesora vio cumplida la meta más excelsa a la que puede aspirar un maestro: que su alumno encuentre la verdad, y Cristo es la Verdad, con mayúscula.

Una vocación

Es que la de maestro no es solamente una profesión, sino también una vocación; y el móvil de toda verdadera vocación es el amor; en este caso, no sólo amor a lo que se hace, sino amor a los alumnos, amor por ayudarlos a crecer humanamente.

Hay un poema de santa Teresa de Calcuta que resume el trayecto de quienes ejercen la hermosa vocación de maestros:

Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Pero sabrás
que cada vez que ellos
vuelen, piensen,
sueñen, vivan,
estará la semilla del camino enseñado y aprendido.

TEMA DE LA SEMANA: «SOBRE LA EDUCACIÓN QUE VIENE”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de mayo de 2022 No. 1401

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