Por Martha Morales
¿Qué hay en el Corazón de Jesús? Nostalgia por los que nunca van a verle a los Sagrarios y agradecimiento por los que van a hablar con Él. Deseamos ardientemente ser amados, pero no se nos ocurre buscar ese Amor verdadero en las Iglesias, donde una lamparilla indica que está el Santísimo Sacramento.
En la Eucaristía “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”, como diría Antoine de Saint-Exupéry (El Principito, cap. 21). Significa que el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente
En la Eucaristía, Jesús nos da un amor desbordante. Jesús es luz del amor, todo lo que dice o hace lo hace por Amor. La Eucaristía es el Corazón de la fe, es el prodigio del Amor. Él nos llama con su Amor, para que luego lo difundamos.
La Virgen nos dice palabras de amor y de esperanza y pide rezar por los no creyentes. ¿Y quiénes son ellos? Los que no tienen a la Iglesia como Madre y a Dios como Padre. Los que dicen que no tienen pecados son no creyentes. No existe ningún hombre que no necesite acudir al Sacramento de la Reconciliación. La confesión es muy importante. Los no creyentes son hermanos nuestros que tienen necesidad de nosotros. Debemos abrir nuestro corazón a ellos. La Virgen María llora lágrimas de sangre por ellos, porque son sus hijos también.
Tuvimos mártires en nuestra historia, de la que somos herederos. Somos lo que ha fructificado de esa semilla puesta por los mártires; por ello, hemos de entronizar la Eucaristía en nuestro corazón, en nuestra parroquia, en nuestros pueblos.
María desea reclutar almas fieles para esta defensa de la Eucaristía. La abominación de la desolación sería la abolición de la Eucaristía. Tenemos que defender la Eucaristía en nuestra propia vida. Dios nos pide llevar una vida limpia y, si no lo está, confesar nuestros pecados en el Sacramento de la Reconciliación. Vistiendo con indumentaria indecente podemos profanar la Eucaristía. El “ejército de los profanadores” ya está preparado, nos advierte nuestra Madre Santa María.
La Agenda 2030, preparada por la ONU, pretende destruir la civilización cristiana y construir una nueva sin Jesucristo. Como dijo el hombre que sabía más del Nuevo Orden Mundial, el Padre argentino, Juan Claudio Sanahuja, fallecido hace 5 años: “Quieren destruir cinco mil años de civilización”. Por eso hay que tener el corazón trabajando, amando. Hay que ser creativos para ayudar a que la gente encuentre al Señor.
Jesús se ha quedado de manera física entre nosotros. No nos puede dar igual comulgar que no comulgar, adorar que no hacerlo. No dejemos solo a Jesús en las capillas de adoración, para amarlo más y para evitar las profanaciones.
Cuando se cerraron las iglesias, en Polonia los fieles se pusieron a rezar fuera de ellas, entonces las abrieron y las iglesias estaban llenas.
Jesús le dijo a una vidente de Madrid: “Si no se hace la suficiente adoración, quizás no se lleguen a cumplir todas mis promesas”.
Estamos en tiempos difíciles, por eso lo mejor es ir a participar en la Santa Misa a diario, y sino, al menos hacer las comuniones reparadoras de los primeros viernes. Otro modo de reparar es rezando el Rosario en familia, y también, que haya la mayor pulcritud en el altar donde se celebra la Misa y en el alma de los participantes en ella.
Estamos en una hora gloriosa que lleva a la resurrección de la Iglesia, para ello, Dios quiere la eucaristización de la Iglesia. Los sacerdotes deben de tener mucha fe en Jesús sacramentado, y de allí sacarán fuerza y energía para su ministerio. Los fieles hemos de poner de nuestra parte para aumentar las Visitas al Santísimo, aunque sean visitas muy cortas, porque la realidad es que la Eucaristía es el centro del mundo. Podemos decir a Jesús: “Vengo con mucha ilusión a verte” o “Jesús, te acompaño. Señor, te amo”. Porque es cierto que, un acto de Amor a Dios borra mil ingratitudes.
El triunfo del Corazón de la Virgen se dará en lo escondido, es decir, se dará en los corazones; en cambio, el triunfo del Corazón de Jesús, no. La fe y la confianza en Dios es la llave que abre el Corazón de Jesús.
Queremos gente joven en las iglesias, parroquias y catequesis. La renovación de las parroquias se hace a través de la adoración eucarística. Los verdaderos cristianos no son normales, ¡son extraordinarios!