San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, decía frecuentemente que por experiencia propia, la siguiente oración rezada con confianza a Nuestra Señora, en grandes intenciones tanto públicas como personales, obra milagros.
«Oh Madre de Jesús, por tus incomensurables dolores durante la pasión y muerte de tu Hijo divino, y por las amargas lágrimas que derramaste, te pido que ofrezcas en sacrificio el cuerpo santo, cubierto de heridas y de sangre de nuestro Redentor, junto con tus dolores y lágrimas, al Padre Celestial, para la salvación de las almas y para adquirir las gracias que te pido suplicante …»
«Jesus, María os amo, salvad a las almas y a los consagrados». (3 veces)
“Hijos míos” decía él, cuando predicaba lleno de emoción desde el púlpito y añadía a lo anterior: “¡Tomen esto muy en cuenta! Cada vez que he recibido una gracia, es porque la he pedido de esta manera. Esta oración no falla nunca”.