El temor de una enfermedad me tiene en las filas del Movimiento Familiar Cristiano

Al salir de misa seguro muchos de ustedes se han encontrado con la invitación de los distintos movimientos de la Iglesia para unirse a sus filas. Los que siempre me habían tocado, y siempre los había bateado, son a los del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), pues no los recordaba de buena manera.

Cuando era adolescente, en mi colonia algunas parejas comenzaron a formar el MFC, pero eran parejas “de dinero” y fueron las mismas parejas por años y años. Es decir, me parecía un grupo cerrado al que nadie más podía ingresar y me causaba cierto recelo y no lo veía con buenos ojos.

Hace unos meses recibí una llamada con una posibilidad terrible: cáncer de mama. Me asusté, lloré y no sabía qué hacer. No había ninguna certeza, se tenía que hacer más estudios y conforme pasaban los días el temor aumentaba.

Mientras esperaba resultados me vino a la mente el MFC, y no sé por qué. Tal vez pensaba, en medio de mi temor, que sí Dios me iba a lanzar al ruedo con una prueba tan difícil, debía al menos servirle y no sentirme tan sola. Tenía miedo, mucho miedo.

Así que decidí investigar con una conocida que ya formaba parte, y unos promotores nos hicieron la visita. Curiosamente era el tiempo de “pesca”, como ellos le llaman. Me llamó la atención cómo hablan de los beneficios del Movimiento con tanta seguridad, cómo hablan sin temor de lo que Dios ha hecho en sus vidas, en su matrimonio. Era un matrimonio que en sus inicios frecuentaba la iglesia de forma superficial, pero que ahora lo hace a través del servicio.

Mi esposo, que de un tiempo para acá anda muy espiritual, aceptó con gusto ser parte del proceso de preparación para integrarnos. Y mientras esto pasaba, los exámenes dieron negativo.

Debo confesar que el demonio me tentó, pues cuando me sentí aliviada, pensé en cortar el proceso de preparación con el MFC; ya no me parecía necesario. Afortunadamente, se impuso el razonamiento y continuamos.

Eso de que buscamos a Dios solo en nuestras necesidades, es muy real. El miedo, como dice el Papa Francisco, nos paraliza, nos debilita y no es una actitud cristiana. Eso me hace sentir mal porque, entonces, ¿en dónde está la fe que debo de profesar en cualquier circunstancia? ¿En dónde está mi alegría de cristiano? ¿Solo en los buenos momentos me acerco a Dios y a mi Iglesia?

Dios nos llama de diferentes maneras a servir, a promover sus enseñanzas, a escuchar su palabra, y como pareja, estamos abiertos a las posibilidades que el Movimiento ofrece, a las bondades de ser una mejor familia cristiana y a la caridad con nuestros hermanos.

Ya iniciamos el curso y conocimos a otras parejas. Durante la primera etapa nos tocó estar con matrimonios de mediana edad y pensamos que así serían todos durante el curso pero, ¡vaya sorpresa! ¡Son más jóvenes que mi esposo y yo! Son recién casados y me da gusto que no todo está perdido con las nuevas generaciones, que la Iglesia sigue teniendo arrastre. Y una cosa más, el que tengas o no dinero, no cuenta. ¡Todos son bienvenidos!

Testimonio anónimo (MFC 2022).

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de octubre de 2022 No. 1421

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