Por Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Los salmos, alma de mi oración

Esta es la oración del piadoso que se encuentra ante personas inicuas.

Está compuesto de tres partes: 1) La petición en general, versículos del 2-4a; 2) varias motivaciones del versículo 4b al versículo 8; 3) petición doble motivada del 9 al 13: a) contra los malvados del 9 al 11 y b) a favor de los justos del 12 al 13.

La petición inicial de auxilio, el orante clama a Dios como Rey, en el nivel que le corresponde el divino y por tanto su poder supremo y absoluto.

Tiene la confianza de ser escuchado inmediatamente, al instante, pues es una petición de auxilio urgente. Se señalan las ocasiones de la oración por la mañana y por la tarde. Espera la respuesta favorable.

Dios no se complace en la maldad ni el malhechor entra en el Templo, Casa de Dios.

El orante entra en la Casa de Dios y es huésped. Son expresiones cultuales. Casa, Santo Templo.

Dios allana el camino en la justicia y en su providencia. Las metáforas de los perseguidores son fuertes como la garganta sepulcro abierto.

En contraposición suplica que sean protegidos y se alegren los que se acogen al Señor y aman su santo nombre.

La conclusión sapiencial de quien confía en el Señor es bendecido y la complacencia divina es un escudo.

Cristo Jesús va más allá de esta perspectiva porque el Padre se preocupa de todos sus hijos: “Ustedes oyeron que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que así sean en verdad hijos de su Padre que está en los cielos que hace salir el sol sobre los malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 43-45).

Jesús con su enseñanza lleva a la plenitud la ley, hasta morir en la Cruz por “los muchos”, es decir, “por todos”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de enero de 2023 No. 1434

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